EL ANARQUISMO EN AMÉRICA LATINA
I) EL ANARQUISMO EN AMERICA LATINA (Prólogo y Cronología: Angel J. Cappelletti; Selección y Notas: Carlos M. Rama y A. Cappelletti),
Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1990. Prólogo: CCXVIII páginas. Selección de textos, cronología e índice: 490 páginas.
En el Prólogo, Cappelletti trabajó
con la acuciosidad investigativa característica de su amplísima y estimada
labor intelectual, culminando lo que a nuestro entender es el examen contemporáneo más
agudo y exhaustivo de lo escrito en y sobre el tema, digno de una calificación
mayor a la de "simple esbozo" que el autor le atribuye con modestia;
y no sólo por su extensión de más de 200 páginas escritas con rigor, pasión
y amenidad, sino porque allí se cimientan sólidas bases para el
rescate de una historia tan diversa y significativa como ignorada o
tergiversada. Por supuesto, cabrían observaciones de detalle, provenientes de estudios más
precisos sobre la presencia anarquista en procesos sociales particulares (por
ejemplo, las investigaciones sobre Colombia recién publicadas por los
compañeros del Proyecto Cultural Alas de Xue, desconocidas por Cappelletti
cuando escribió sobre ese punto); pero esto, más que deficiencia es un reto
que plantea el Prólogo al abrir tan amplias vías de información, análisis y
reflexión.
Tanto el Prólogo como la Selección
de Textos hacen referencia central al período entre fines del siglo XIX y los
primeros decenios del siglo XX. De hecho, la cronología que Cappelletti
preparó para el libro va de 1861 a 1940, pues dentro de ese lapso el
anarcosindicalismo como movimiento social y el pensamiento ácrata como referencia
cultural alcanzaron innegable relevancia en Latinoamérica, siendo mérito básico
del volumen describir esa realidad para cada país del área, en toda una
multiplicidad de expresiones y vínculos que son apenas conocidos para la nueva
generación que hoy procura impulsar el renacimiento libertario entre el Río
Grande y la Tierra del Fuego. Tiene que ser para nosotros tarea inaplazable la recuperación consciente de esa vasta e
inexplorada herencia, no en plan de
sentimentalismo nostálgico ni de consagrar otra mitología histórica para
afrontar dogmas liberales o marxistas, sino de rescatar el significado vivo que ese
pasado tiene para el presente y futuro de las luchas sociales en el continente.
Es en tal ánimo que proponemos leer y debatir EL ANARQUISMO EN AMERICA
LATINA entre quienes aspiramos a construir caminos de libertad con igualdad para
nuestros pueblos.
LEO CIENFUEGOS (CORREO A, # 24, p. 18; octubre 1993)
(Breve extracto, aprobado por el autor, del Prólogo arriba mencionado, Op. Cit., pp X-XIII)
Pero el anarquismo no fue sólo la
ideología de masas obreras y campesinas paupérrimas que, arribadas al nuevo
continente, se sintieron defraudadas en su esperanza de una vida mejor y vieron
cambiar la opresión de las antiguas monarquías por la no menos pesada de las
nuevas oligarquías republicanas. Fue muy pronto el modo de ver el mundo y
la sociedad que adoptaron también masas autóctonas y aún indígenas, desde México
(con Zalacosta en Chalco) hasta la Argentina (con Facón Grande
en la Patagonia). Muy pocas veces se ha hecho notar que la doctrina anarquista
del colectivismo autogestionario, aplicada a la cuestión agraria,
coincidía de hecho con el antiguo modo de organización y de vida de los indígenas
de México y Perú, anterior no solo al imperialismo español sino también al
imperialismo de los aztecas y de los incas. En la medida en que los anarquistas
lograron llegar hasta los indígenas, no tuvieron que inculcarles ideologías
exóticas, sino sólo tornar conscientes las ideologías campesinas del
"calpull" y del "ayllu".
Por otra parte, en la población
criolla se había arraigado muchas veces una tendencia a la libertad y un
desapego por todas las formas de la estructura estatal que, cuando no eran
canalizadas por las vías del caudillaje feudal, eran tierra fértil para una
ideología libertaria. Casi nunca se menciona la existencia (en Argentina y Uruguay) de un
"gauchaje" anarquista, que tenía su expresión literaria en los
payadores libertarios. Pero aún prescindiendo de estos fenómenos, que serán considerados
sin duda poco significativos por los historiadores académicos y marxistas,
puede decirse sin lugar a dudas que el anarquismo echó raíces entre los
obreros autóctonos mucho más profunda y exténsamente que el marxismo (con la
sola excepción, tal vez, de Chile).
Aún cuando, desde un punto de vista teórico, el movimiento latinoamericano no haya contribuido con aportes fundamentales al pensamiento anarquista, puede decirse que desde el punto de vista de la organización y de la praxis produjo formas desconocidas en Europa. Así, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) fue ejemplo de una central que, siendo mayoritaria (hasta llegar a constituirse, de hecho, en cierto momento, en central única), no hizo jamás ninguna concesión a la burocracia sindical, al mismo tiempo que adoptaba una organización diferente tanto de la CNT y demas centrales anarcosindicalistas europeas como de la IWW norteamericana. Otro ejemplo, típicamente latinoamericano, es la existencia del Partido Liberal Mexicano, el cual pocos años después de su fundación adoptó una ideología que, sin ninguna duda, era anarquista (por obra, sobre todo, de Ricardo Flores Magón) y que, sin embargo, conservó su nombre y siguió presentándose como partido político (lo que le valió duras críticas de algunos ortodoxos europeos como Jean Grave).
En todos los países del área el
anarquismo produjo, además de una vasta propaganda periodística y copiosa
bibliografía ideológica, muchos poetas y escritores que, con frecuencia, fueron
figuras de primera línea en las respectivas literaturas nacionales. No en todas
partes, sin embargo, fueron igualmente numerosos y significativos. En
Argentina y Uruguay puede decirse que la mayoría de los escritores que
publicaron entre 1890 y 1920 fueron, en algún momento y medida, anarquistas. En
Brasil y Chile hubo asimismo, durante ese período, no pocos literatos ácratas,
aunque no tantos como en el Río de la Plata. En Colombia, Venezuela, Puerto
Rico, etc., si bien no floreció una literatura propiamente anarquista, la
influencia de la ideología libertaria se dió más entre literatos y poetas que en el
movimiento obrero. Es importante hacer notar, sin embargo, que aún allí donde
literatura y anarquismo fueron casi sinónimos, como en el Río de la
Plata (en el período mencionado), los intelectuales anarquistas nunca desempeñaron
el papel de élite o vanguardia revolucionaria y nunca tuvieron nada
que ver con la universidad y con la cultura oficial. En esto el anarquismo se
diferencia profundamente del marxismo.
La decadencia del movimiento
anarquista latinoamericano (que no comporta, sin embargo, su total desaparición)
se puede atribuir a tres causas: 1) Una serie de golpes de Estado, más o
menos fascistoides, que se producen alrededor de 1930 (Uriburu en Argentina,
Vargas en Brasil, Terra en Uruguay, etc.); todos caracterizados por una represión
general contra el movimiento obrero, los grupos de izquierda y los anarquistas
en especial. En ciertos casos (Argentina) llegan a desarticular
enteramente la estructura organizativa y propagandística de las federaciones
obreras anarcosindicalistas. 2) La fundación de los partidos comunistas
(bolcheviques). El apoyo de la Unión Soviética y de los partidos afines
europeos les confieren una fuerza de la que carecen las organizaciones anarquistas, sin más
recursos materiales que las cotizaciones de sus propios militantes. En algunos
paises más (Brasil), en otros menos (Argentina), hay anarquistas que se
pasan al partido comunista. 3) La aparición de corrientes
nacionalistas-populistas (más o menos vinculadas con las fuerzas armadas e inclusive, a veces,
con los promotores de golpes fascistoides).
La particular situación de dependencia en que se encuentran los países latinoamericanos ante el imperialismo europeo y, sobre todo, norteamericano, deriva la lucha de clases hacia las luchas de "liberación nacional". Los trabajadores visualizan la explotación de que son objeto como imposición de potencias extranjeras. La burguesía (nacional y extranjera) vinculada a ciertos sectores del ejército y la iglesia católica, los convence de que el enemigo no es ya el Capital y el Estado, sino sólo el Capital y el Estado extranjeros. Esta convicción (habilmente inducida) es, en realidad, la causa principal de la decadencia del anarquismo. Todo lo demás, inclusive las dificultades intrínsecas que afectan a una organización anarquista en el mundo actual (como la necesidad de hacer funcionar sindicatos sin burocracia y la real o aparente inviabilidad de sus propuestas concretas) es secundario.