Hemos
reunido para este Cuaderno tres entrevistas con Noam Chomsky. Posiblemente sea
el intelectual que con más encono y constancia analiza y critica las
actuaciones de los gobiernos norteamericanos que se han ido sucediendo desde
los años sesenta hasta nuestros días. Chomsky se sitúa en una perspectiva
tradicional de izquierdas que incluye criterios provenientes de un marxismo
respetuoso de la capacidad de autoemancipación popular, que representan Rosa
Luxemburgo y Anton Pannecoek, así como el criterio anarquista, del que se
siente igualmente partícipe.
No obstante, pocos son
los textos en los que Chomsky aborda explícitamente las cuestiones de tipo
ideológico, sobre todo comparados con el caudal incesante de obras de política
actual. Los textos más claros en los que desarrolla sus opiniones respecto del
pensamiento libertario son Notas sobre anarquismo , prólogo a la edición
inglesa del libro de Daniel Guerin El anarquismo, y que fue editado en
castellano por Cuadernos de Ruedo Ibérico , París, 1974, y Por razones de
Estado, ediciones Ariel, Barcelona, 1975. Pero ha sido mayormente en las
entrevistas a las que se ha prestado donde repasa los fundamentos ideológicos
de su pensamiento político. De ahí que hayamos considerado interesante compilar
algunas de estas conversaciones en las que pueden constatarse sus reflexiones
al respecto, así como de algunos de los momentos más importantes del devenir
político de los últimos años.
La primera de las
conversaciones que reproducimos tuvo lugar en enero de 1974, en Cambridge,
Massachusets. Los entrevistadores fueron miembros del grupo editor libertario
Black Rose , a la que se sumó un miembro del grupo situacionista Negations. La
versión castellana fue publicada por la revista mejicana Plural en su
número 40, correspondiente a enero de 1975. Plural era dirigida por
Octavio Paz y fue la antecesora de la actual Vuelta.
La siguiente entrevista
fue hecha por Peter Jay para la televisión británica el 25 de julio de 1975.
Posteriormente transcrita y publicada por The New Review en agosto de
1976 con el título How to be an anarchist . Reproducimos la versión castellana
debida a Francisco Carrasquer y editada por Cuadernos de Ruedo Ibérico , en
diciembre de 1977. Hay otra versión de la misma debida a Carlos-Peregrín Otero
e incluida en la excelente antología de Chomsky preparada por éste: USA.
mito, realidad, acracia, ediciones Ariel, Barcelona, 1978.
Por último, cierra el
presente cuaderno una conversación reciente sostenida en Barcelona, el 15 de
diciembre de 1992, con ocasión de un cielo de conferencias pronunciadas por
Chomsky en Gerona y Barcelona. Tomás Ibañez fue el entrevistador y Gabriel
López Guix el traductor. Fue publicada por la revista Archipiélago en su
número 13. correspondiente al invierno de 1992.
En castellano
disponemos también de otras entrevistas que puede consultar el lector
interesado. En la antología de Chomsky preparada por Carlos-Peregrín Otero,
antes citada, se incluye asimismo la entrevista El porvenir de la izquierda en
Noam Chomsky , Sobre política y lingüística de editorial Anagrama, Barcelona,
1971. Se recoge otra entrevista cuyo título es el mismo del volumen. También
disponemos de un libro de unas extensas entrevistas hechas por Mitsou Ronat y
publicadas por Editorial Granica, Barcelona, 1978, con el título Conversaciones
con Chomsky. Y por último, hacer constar la edición de un muy interesante
debate entre Chomsky y Foucault moderado por Fons Elders y retransmitido por la
televisión holandesa. La transcripción en castellano fue editada por editorial
Teorema de Valencia, 1976 e incluida en el libro compilado por Elders y que
editó en castellano Fundamentos, Madrid, 1974, con el título de La filosofía y
los problemas actuales. El debate entre Chomsky y Foucault, desde perspectivas
muy distintas y enfoques diversos, versó sobre: La naturaleza humana; justicia
y poder .
Las tres entrevistas
que compilamos en el presente volumen resultan útiles para conocer las bases
del criterio político del autor y confiamos que sirvan de estímulo para la
lectura del conjunto de sus textos sobre lingüística y política. Hemos añadido
algunas notas bibliográficas para facilitar la continuación de la lectura.
Ignacio de Llorens.
B.R.:
Black Rose.
SIT.: Situationist.
B.R.: No es común
que un profesor de lingüística, o cualquier profesor de los Estados Unidos se
convierta en radical. ¿Cómo sucedió esto? ¿Qué le condujo a desarrollar y
asumir una crítica radical de la sociedad norteamericana?
Chomsky: Por lo que a
mí respecta, la cosa sucedió totalmente al revés. En realidad yo llegué a la
lingüística más o menos por accidente, por medio de contactos con amigos
radicales, uno de los cuales daba la casualidad de que era profesor de
lingüística. En una época en que yo estaba más o menos pensando en salirme de
la universidad, ese contacto político con él me interesó por accidente en el
trabajo que estaba haciendo. De manera que el problema, en mi caso, no es cómo
el lingüista se hizo radical, sino más bien lo contrario. Fue el estudiante
radical quien se hizo lingüista accidentalmente.
B.R.: ¿Cómo se hizo
usted estudiante radical? ¿Era radical su familia?
Chomsky: Se puede decir que crecí en ese ambiente. No mi
familia inmediata, sino todas mis tías y tíos eran parte de esa inteligentsia
judía radical de Nueva York. La mayoría eran del Partido Comunista, pero a los
doce o trece años, yo había superado ya esa fase y... Un tío que murió hace
poco era activista de la izquierda antibolchevique. Es decir, había en aquel
momento pequeños grupos separatistas que criticaban el bolchevismo desde la
izquierda y había ciertos marxistas que criticaban a los bolcheviques,
considerándolos como una desviación, de tendencia derechista, del marxismo
tradicional... y correcto, como quien dice. Conocí parte de esa literatura y
algunas de sus ideas y simplemente me interesé en todo ello.
B.R.: ¿Y con
respecto al anarquismo?
Chomsky: En aquella época, a principios de los años
cuarenta... yo era estudiante de secundaria. Me había interesado en la Guerra
Civil Española, la seguía en los periódicos. Solía dedicar algún tiempo a
rondar por las librerías de segunda mano de la Cuarta Avenida, en Nueva York,
donde había algunos grupos anarquistas. Conocí a algunos de esos hombres. En
aquella época había una oficina de la Freie Arbeiter Stimme (La voz
de los trabajadores libres) y esa gente me dio algunas
informaciones.
B.R.: En su artículo
Notes on Anarchism demostraba usted simpatía hacía el anarquismo. Hablaba usted
del proceso de rehabilitación de Daniel Guerín, de reintegrar el anarquismo al
siglo Veinte. ¿Considera usted al anarquismo tan importante frente a los
problemas sociales de los países capitalistas avanzados?
Chomsky: El anarquismo cubre un amplio espectro. Esa
corriente particular estudiada por Guerin me parece valiosa. Pienso que
converge algo con el marxismo liberal. También el marxismo cubre un espectro
bastante amplio, y hay un punto en el que algunas variedades del anarquismo y
algunas variedades del marxismo se acercan mucho, como por ejemplo, gente como
Karl Korsch, que tenía muchas simpatías con el movimiento anarquista español, a
pesar de que era una especie de marxista ortodoxo. Y creo que en ese complejo
de ideas anarcosindicalistas e ideas socialistas liberales hay cosas muy
aplicables... En realidad, pienso que son las ideas adecuadas para una sociedad
industrial avanzada. Me parece que el anarquismo, en ese sentido, sugiere
ciertos principios de organización que son extremadamente realistas. Una
especie de evolución natural, con un nivel alto y suficiente de tecnología y
comunicación, y eliminación de trabajo necesario pero oneroso. Bajo tales
condiciones, me parece enteramente posible, esencial, dirigirse hacia esas
formas sociales tan apropiadas a la sociedad industrial avanzada.
Los intelectuales y el
pueblo
B.R.: En tal
contexto: (a) ¿qué piensa usted del análisis de las clases de Marx? y (b) ¿qué
grupo económico social de este país cree usted es el más importante para una
transformación radical?
Chomsky: Pienso que la idea general del análisis de las
clases es indispensable. Lo que puede ser cuestionado es si las formulaciones
particulares de Marx son históricamente exactas, y aplicables en la actualidad.
Yo tendería a estar de acuerdo con la crítica que hace Bakunin de Marx, en el
sentido de que la dictadura del proletariado en una sociedad parcialmente
agraria resultaría un sistema muy represivo y destructor, como en efecto... No
doy por supuesto que los bolcheviques introdujeron la dictadura del proletariado,
pues no lo hicieron, pero la perversión particular de la misma que aplicaron le
da algo de injustificación a aquel análisis, y habría algo más que decir al
respecto. Pero yo no tengo ninguna duda de que es verdadera la intuición de que
el análisis de las clases es indispensable para comprender los procesos
sociales.
B.R.: Con lo que
Bakunin estaba de acuerdo.
Chomsky: Exacto. Hay problemas de interpretación, etc.,
pero yo no veo cómo ningún socialista puede no estar de acuerdo con ello, ni
ningún científico social. Por lo que se refiere a la sociedad contemporánea, me
parece que se puede identificar toscamente una clase de trabajadores
productivos, que incluye ahora un espectro bastante difuso, desde trabajadores
manuales, a técnicos, científicos, creadores de cultura intelectual.
B.R.: ¿Quiere usted
decir productivos en el sentido de productores de bienes materiales?
Chomsky: No, no necesariamente. Quiero decir que los
artistas son productivos porque crean partes de nuestra cultura material e
intelectual.
B.R.: Los profesores...
Chomsky: Algunos de ellos. Ocasionalmente. Podría ser, en
principio. Como en cualquier otro campo. Los artistas, por ejemplo, podrían
diseñar carteles para el Estado, o algo así. Me parece que son un tipo de clase
muy difuso, pero son gente productiva, y pienso que esta clase podría tener el
papel que tuvo el proletariado de Marx. Es decir, debería incluir a todos.
Debería tener, control directo de su propio trabajo productivo, tanto de las
condiciones del mismo, como de la distribución, etc.
B.R.: De manera que
el proletariado como lo definió Marx (los trabajadores de la industria) no es
tan importante porque es una minoría.
Chomsky: Si ustedes piensan que el proletariado lo
componen obreros vestidos con tejanos, naturalmente que es una parte
decreciente de la clase obrera, en aquel sentido amplio. Francamente, dudo que
Marx hubiera estado en desacuerdo con esto. Según mis lecturas de Marx, lo que
él consideraba como crucial para la noción de proletariado, era la de trabajo
productivo, y en diferentes sociedades, gentes diferentes tienen que ocuparse
del trabajo productivo.
B.R.: Sweezy
puntualizaba que ciertos sectores de la clase obrera tienen más poder, porque
lo que producen parece más esencial
Chomsky: Eso es casi una especie de asunto técnico. Hay
que ver y observar qué es más importante en una fábrica determinada, si el
ingeniero que decide qué máquinas estarán allí y qué fabricarán, o si el tipo
que está junto a la línea de montaje y ajusta unas tuercas. No tengo objeciones
sobre este punto. Pero estoy seguro de que varía. No creo que se pueda
generalizar en ese nivel técnico. Dependería de la industria. Tomemos un
laboratorio, que es parte, ciertamente, del aparato productivo de la sociedad.
Allí, los técnicos son esenciales por lo que respecta a las ideas. No veo
fundamentalmente ninguna diferencia entre ellos, por lo que se refiere a
contribución a la producción. Ninguno puede seguir adelante sin los demás.
B.R.: ¿Considera
usted que esta clase proletaria más amplia va radicalizándose por las
privaciones materiales, o más bien por los aspectos psicológicos de la
alienación? Sería difícil argumentar que la mayor parte de los profesores del
M. I. T. (Massachusetts Institute of Technology) estén materialmente
desprovistos, aunque muchos de ellos sufren de un desplazamiento o de una
alienación psicológica.
Chomsky: No; en realidad los profesores del M. I. T. y
similares son de los muy pocos que tienen el máximo porcentaje de ingreso. Pero
siempre ha sido así... Tampoco podría usted decir que Engels sufriera carencias
materiales. No veo nada peculiar en esto. Pienso que hay una cantidad de gente
a la que le ocurre preocuparse por los demás. Depende... Pero como clase, yo no
esperaría que los profesores del M. I. T. fueran la vanguardia de la
revolución.
B.R.: No, pero usted
mencionó a técnicos y otros. La experiencia de Chile y de otras zonas parece
probar que son esenciales. La cuestión entonces es radicalizarlos. ¿Proviene
eso de ... ?
Chomsky: ¿... carencias materiales o alguna comprensión
psicológica?
B.R.: Sí.
Chomsky: Bueno, creo que es muy humillante... En la
tradición radical hay un tipo de corriente que funciona más o menos así, en
caricatura: Oiga, yo sé de los problemas de la opresión, la falta de
democracia, etc. Pero esos tipos, lo único que entienden, es que no tienen lo
suficiente para comer. De manera que tengo que expresarlo todo en sus términos.
Tengo que arreglármelas para expresarle en términos de carencias materiales,
etc., porque ésa es la única manera en que conectarán conmigo . Y esto mucha
gente lo considera muy radical, pero yo no veo por qué hemos de creer en esa
clase de tontería. No hay ninguna razón especial para que personas ricas o
educadas tengan más preocupación por la opresión digamos... Si examina usted
algo del material documental proveniente de verdaderas luchas revolucionarias
(por ejemplo, algo del material colectivo español) lo que resulta evidente es
que aun en el nivel más pobre, más oprimido de la población, hay una tremenda
preocupación por la justicia, y no por los bienes materiales.
B.R.: Pero ése no es
el caso, por ejemplo, de los partidos marxistas.
Chomsky: De acuerdo, pero no surgieron de una lucha
revolucionaria. Eran grupos de intelectuales.
Apocalipsis e ideología
del consumo
B.R.: Pero donde hay
una crisis energética y la gente está hablando de otro colapso de capital como
la depresión, y los movimientos revolucionarios tienden a ver las cosas en
términos apocalípticos, nosotros tratamos de construir nuestra organización y
de actuar para cuando se produzca el colapso del capital.
Chomsky: Yo no lo veo así, o no creo en eso, a pesar de
que hay en ello un grano de verdad. El grano de verdad es que la riqueza, y más
que la riqueza, la perspectiva de crecimiento sin fin, ha sido una técnica muy
efectiva de control social. La lógica es más o menos así: la ideología
dominante afirma, en efecto, que cada individuo es simplemente un consumidor,
una persona que trata de llevar al máximo el consumo, y que en ese acto se da
la vida... la vida se va totalmente, o algo así. Ahora, si usted acepta esa
ideología y además cree que la producción material aumentará sin límites, puede
concluir que es racional no oponerse a la sociedad desigual, aun cuando pueda
sufrir por su causa, aun cuando esa sociedad esté dirigida contra usted. Si es
usted un hombre económico , en ese sentido, y espera que de una forma u otra
habrán de producirse más mercancías, parece racional aceptar esa sociedad
emplazada contra usted, con la esperanza de que en el futuro usted pueda
consumir más de lo que consume hoy. Ahora, hay muchas cosas que están
equivocadas en esa ideología... La efectividad descansa, por una parte, en la
habilidad para hacer que las personas piensen que no son sino átomos de
producción y elementos de aumento del consumo.
Por otra parte hay en
el hecho de que antes se creía posible apoyarse en perspectivas de crecimiento
ilimitado. En esta perspectiva, creo que las carencias materiales pueden
influir mucho para el cuestionamiento de la totalidad del sistema ideológico,
que sí lleva a la conclusión de que se debería ser obsequioso y obediente. Por
eso pienso que hay un grano de verdad en la idea de que el déficit material, o
la crisis energética, o lo que sea, puede contribuir a formar un cierto tipo de
nueva conciencia.
SIT.: Me gustaría
precisar más el significado de alteración psicológica . Estableceré dos polos.
Un polo es el moralista, cuya esencia es un llamado a los sentimientos de
culpa, deber y sacrificio, que afectó fuertemente a la Nueva Izquierda. El otro
polo es la concepción de la subjetividad como busca del placer, como llamados
al deseo y a la imaginación. Estos son los dos polos, y me gustaría saber cómo,
según usted actúa este tipo de psicología.
Chomsky: No creo que sea obligatoria una elección. Pienso
que ambos polos son totalmente válidos. Es decir, pienso que hay una muy buena
razón para sentirse culpable en más de una ocasión sobre la forma en que
tratamos a los pobres o a los vietnamitas. Yo sí me siento responsable, porque
contribuyo al funcionamiento de esa sociedad, con mi pasividad, por ejemplo:
dejando que la cosa siga. Siempre que no actuamos radicalmente para poner fin a
todas esas cosas estamos contribuyendo a ellas, con nuestra pasividad, con
nuestra obediencia, como sea. No veo ninguna razón para no sentirse culpable en
esto, ni tampoco veo razón para no apelar a la culpabilidad, que considero
debería ser compartida por otras personas como yo -estudiantes o profesores o
cualquier otra gente a la que me dirija-. Pienso que esto es totalmente válido.
No veo ninguna razón para rechazar lo que es, creo, una respuesta adecuada y
exacta a dichas condiciones de opresión y desigualdad. Pero en cambio no
creo que sea necesario, con tal motivo ponerse una especie de resaca moral, y
llorar por la propia culpabilidad. Lo que hay que hacer, es utilizar esa
respuesta emocional perfectamente válida como base para cambiar el modelo de
acción. De manera que, en un polo, veo una gran validez en lo que usted
menosprecia. En el otro polo, me parece totalmente cierto que, para que un
movimiento revolucionario tenga alguna validez para la gran masa de la
población, tiene que abrir nuevas opciones, y la opción de ser capaz de vivir
en una sociedad en que no se es un opresor puede ser, podría ser, muy liberadora.
Debería serlo. Y a mí me parece, por ejemplo, para volver a lo que decíamos
antes, que las posibilidades de vivir en una sociedad donde la esencia humana
no se defina por la suposición de que hay que ser una especie de hombre
económico, llevar al máximo la producción y producir según la demanda, son
posibilidades muy liberadoras, tanto para el rico como para el pobre, para los
privilegiados como para los no privilegiados. Y esto también me parece que es
muy válido. Sin embargo creo que es un hecho objetivo en nuestra sociedad que
gente como yo, digamos, contribuye de muchas formas al perpetuamiento de
instituciones opresivas y destructoras, y no debemos ser ciegos ante el hecho.
Tampoco hago por ello un voto de pobreza, porque no creo que eso ayudaría en lo
más mínimo. Sin embargo, soy consciente de ello, respondo a dicha conciencia, y
a mi juicio una parte de la conciencia debe estar formada por ese sentimiento
de culpa.
B.R.: ¿No es el caso
que la izquierda de este país, en particular, nunca pasó de allí?
Chomsky: Supongo, que lo que me molestó más de la
respuesta de la Nueva Izquierda, no fue el sentimiento de culpa, que a mi
parecer era legítimo y adecuado, sino más bien lo que mencioné antes, tomarse o
presentarse como miembro de la clase obrera y hablar en términos de valores que
se suponía, debían ser los valores de ésta: preocupación por el déficit
material, más que la necesidad de libertad. Y yo pienso que eso era
completamente falso.
B.R.: A mí me parece
que partir de principios y cosas así, no es lo mismo que partir de sentimientos
de culpa y sacrificio. En la mayor parte de sus artículos, usted subraya muchos
principios morales y afirma la acción basada en esos principios. ¿Cómo piensa
usted que se pueden restablecer principios y sentimientos morales en una
sociedad como la nuestra, cínica y orientada hacia la indoctrinación masiva del
consumo?
Chomsky: Pienso que los principios de esta sociedad,
orientada específicamente hacia el consumo, simplemente tienen que ser
confrontados con principios mejores, más atractivos para todos. La gente
sencilla tiene otras necesidades... La gente en su vida diaria, no vive
realmente como impulsora del consumo. Quiero decir que no es cierto, por
ejemplo, que en una familia cada uno de sus miembros trate de acumular la mayor
cantidad de alimentos que pueda, sustrayéndola a otros miembros de la familia.
Los valores oficiales de la sociedad están muy alejados, creo, de la mayor
parte de nuestra vida real en relación con otras personas. Y este conflicto
tendría que presentarse en forma perfectamente clara. Entonces, pienso que hay
una necesidad de atacar, de criticar activamente los valores oficiales, de
demostrar cuán lejos están de la manera en que realmente se actúa y se quiere
actuar como ser humano. Claro que esto es sólo una parte de la historia.
Los principios en una
sociedad de masas
B. R.: ¿Esta
demostración es posible mediante la argumentación lógica, o la forma en que
aquellos otros valores se inculcaron hace casi imposible el cambiarlos?
Chomsky: Existe obviamente una disparidad entre los
valores con que las personas realmente viven, cuando pueden ejercer una
elección, y los valores que se les enseña para vivir. Esto hay que hacérselo
ver de algún modo. Pero la idea de llevar al máximo el consumo es solamente un
aspecto del problema. Otro aspecto es también la idea de ser subordinado como
productor, que es probablemente más importante. La idea de que la producción,
en el sentido amplio, tiene que ser organizada en un sistema jerárquico y
autocrático, también es una parte esencial de la ideología gobernante, y aquí
la crítica de dicha ideología va más allá de la argumentación lógica.
Precisamente en este punto es donde los radicales quieren crear alternativas. Y
en diversos niveles. Pienso que se podrían decir las mismas cosas sobre
cooperativas de consumo u otros esfuerzos para hacer solidaria a la gente por
los medios que sea. Todas estas cosas no son realmente alternativas para una
argumentación lógica, son complementarias de la misma. Antes que nada, ilustran
mediante la acción y la organización, las formas en que los argumentos lógicos
son correctos y cómo se pueden superar las brechas entre valores oficiales y
valores humanos. De manera que ésos van estrechamente unidos. Por otra parte,
se comprobará, por lo menos así lo creo, que si alguna vez logramos una especie
de sociedad justa, cosas como mi estándar de vida podrían muy bien no existir.
En ese sentido habrá carencias materiales de algún tipo para una gran parte de
la población. Y tendrá que ser así. No creo que debamos pasar por alto este
hecho y creer que todos tendrán más.
B.R.: Usted
considera a la democracia económica como básica para ello, porque en su
artículo sobre el anarquismo mezcla de algún modo al anarquismo con el
anarco-sindicalismo. No habían por ejemplo, del anarcocomunismo. Hemos
trabajado sobre la obra de Reich y no nos parece que la democracia económica
sea suficiente. A pesar de que es una condición necesaria, no es suficiente.
Reich afirmaba que la gente interioriza en la estructura de su carácter una
gran cantidad de la sociedad autocrática y autoritaria muy difícil de
exorcizar. ¿Cómo encaja esto en lo que debemos hacer, en nuestra propaganda y
en la cuestión de las juntas obreras o quizá de algo más amplio?
Chomsky: Yo no soy muy bueno para aconsejar. Si pudiera
aconsejar qué hacer, lo estaría haciendo yo mismo. No sé qué hay que hacer.
Pero pienso que plantea usted bien este punto. No querría dar a entender que la
propaganda o los intentos de formar juntas de obreros son el punto final de la
agitación socialista. Pero sí pienso que es crucial para la gente ser capaz
de... Pienso que hay un aspecto central del autoritarismo que, como usted dice,
se interioriza, es el autoritarismo del trabajo. En este aspecto pienso que
gozo de un privilegio. Gente como nosotros sí controla su propia labor. Hay muy
pocas presiones sobre la misma. Podemos decidir cuándo trabajamos, por qué
trabajamos, cómo trabajamos, qué hacemos. Tenemos responsabilidades, pero son
autoimpuestas. Y, si alguien quisiera ser esquirol, no podría.
SIT.: ¿Gente como
nosotros? ¿Quiere usted decir todos los del ramo del conocimiento?
Chomsky: No todos. Esta es una institución de élite. Me
refiero, a los profesores que de alguna manera han hecho carrera en el M. I. T.
Yo no pienso que este tipo de privilegio tenga que ser reducido. Más bien
tendría que ser generalizado. Pero puede muy bien ser que algunas de las cosas
materiales ligadas a ello tuvieran que ser reducidas en una sociedad justa.
B.R.: ¿Pero no está
usted hablando de un retorno a la escasez?
Chomsky: No pienso en ningún retorno a la escasez. Pienso
que la gente con mi estándar de vida suele ser terriblemente despilfarradora,
desde el punto de vista de lo que existe potencialmente. Ahora bien, quizá esto
no es exacto. Hay, tal vez, recursos productivos que no han sido utilizados y
que serán descubiertos bajo alguna otra sociedad. No lo sé. Incluso soy
escéptico. A propósito, pienso que yo y otros nos beneficiaríamos en muchos
aspectos con tal reducción. Examine los hechos obvios. Es casi físicamente
imposible para mí, ir a trabajar sin automóvil. Me tomaría aproximadamente dos
horas ir a trabajar sin automóvil, por el lugar donde prefiero vivir. Pero es
que no hay ninguna necesidad de automóvil. Pueden encontrarse alternativas muy
triviales y razonables. Por ejemplo, hay una vía de ferrocarril que pasa a una
milla de mi casa, y se podría poner a funcionar trenes sobre esa vía. De manera
que habría una forma muy sencilla de reducir mi estándar material, si yo fuera
a la ciudad en tren; pero mi comodidad personal aumentaría enormemente. A este
respecto no pretendo sugerir que la reducción del nivel material signifique
necesariamente menos comodidad física. Muy a parte del factor ideológico o
psicológico, podría significar más comodidad física.
B.R.: Lo que usted
está diciendo se refleja en la polaridad de que hablábamos anteriormente, entre
el tipo de carácter masoquista y la persona orientada hacia el placer. Pienso
que el problema real no es que debamos asumir ambos porque sean válidos, sino
que la estructura del carácter se fija en uno u otro polo. En otras palabras,
Reich afirma que el carácter masoquista pondrá toda su energía en ese lado y lo
expresará en trabajo político. Mientras que alguien que esté orientado hacia la
vida y el desarrollo de su propia sexualidad, de sus propios poderes, será
orientado en la otra forma, pero seguirá teniendo un sentido moral. La Nueva
Izquierda sí pareció tener aquella actitud masoquista. Se expresó tontamente y
tuvo predilección por una organización de tipo autoritario.
Chomsky: ¿A eso le llama usted masoquista? ¿Se refiere
usted a asuntos como el de Weatherman?
B.R.: Por ejemplo.
Chomsky: Yo no lo vi así. Quiero decir que no estuve
cerca del asunto y no estuve de acuerdo con él, pero la gente que yo conocí me
pareció por lo menos tener una razón fundamental diferente, que a mi juicio era
equivocada. Al parecer sostenían que para llegar a las clases obreras, había
que acercárseles en su nivel, específicamente el de la violencia y la destrucción.
Inclusive recuerdo que intelectuales académicos, gente como yo, me dijeron que
si uno quiere actuar seriamente contra la guerra, debe ir a un bar de la
Tercera Avenida e iniciar un pleito, por cualquier motivo, con el tipo sentado
al lado. Tras unos cuantos golpes, el tipo lo toma a uno en serio, y se puede
hablar sobre la guerra. Pienso que ése era más o menos el meollo de la
ideología Weatherman, por lo menos lo que yo entendí de ella.
SIT.: Ese es el
problema con la Nueva Izquierda: siempre se esfuerza en ser como otros, con el
fin de traer a algún grupo a la corriente principal de La vida norteamericana.
Es la ética cristiana del servicio.
Chomsky: Por lo que yo pude ver de la actividad en pro de
los derechos civiles de principios de los años sesenta, trataban de ayudar en
la autoorganización de gente pobre y oprimida, y estoy totalmente en favor de
eso.
SIT.: ¿Pero con qué
objetivos?
Chomsky: Ya escogerían los objetivos cuando estuvieran en
posición de elegir. El activista que viene de fuera puede muy bien tener sus
propias ideas, pero su idea principal debe ser encaminarlos hacia la elección.
Y para comparar...
SIT.: Pero van a ser
totalmente cristianos...
Chomsky: Bueno, ¿y qué? Una vez que hayan decidido
establecer cooperativas rurales, o que puedan organizar sus propios sindicatos
y luchar por sus derechos, etc., ¿por qué deberían hacer elecciones cristianas?
Si lo hacen, bueno, ese es el estado de su cultura y de otros compromisos, y
está muy bien. Yo no voy a obligarlos a hacer otra cosa. Pero lo importante es
que el activista de fuera, al igual que el trabajador por los derechos civiles,
estaba actuando acertadamente cuando trataba de integrarse lo más posible en
esas luchas, sufrir con el pueblo, trabajar con él, ayudar lo más que pudiera y
poner su talento donde resulta valioso; y no tratar de dictar ninguna solución.
Nueva Izquierda y
Anarquismo
B.R.: Una de las
cosas atractivas de la temprana Nueva Izquierda, era aquel sentimiento de
felicidad, su gran cantidad de actividades interesantes y divertidas.
SIT.: ¿Ah, sí? Pues
yo fuí a mitin tras mitin, sin sentimiento de felicidad.
Chomsky: Eso vino a fines de los sesenta. Entre el
sesenta y siete y el sesenta y ocho, todos tenían que ser más marxistas
ortodoxos que el tipo de al lado, y entonces sucedieron cosas extrañas.
B.R.: Cuando se
empezaron a hacer distinciones ideológicas muy finas surgió esa conducta, esa
actitud La gente comenzó a ser muy virtuosa, y resultó que el dos por ciento
del grupo era el que estaba en lo correcto.
Chomsky: Creo que esto está relacionado con la exposición
que hacen ustedes. Es decir, hubo algunos límites casi inamovibles respecto a
lo que podría lograrse con el primer movimiento. Y los poderosos fundamentos
institucionales de esta sociedad, simplemente no podían ser trascendidos por un
movimiento de ese tipo. A mí me parece que cuando la Nueva Izquierda se lanzó
contra esa situación, cuando se lanzó contra la evidencia de que, con todo lo
que estamos haciendo, sólo lograríamos que alguna gente se organizase en un
sindicato algo mejor, o que pudiese votar cuando antes no lo podía hacer, con
la consecuencia de que votaría por Humphrey o alguien del mismo género; cuando
tales evidencias empezaron a calar, entonces pienso que la Nueva Izquierda se
desintegra y trató de encontrar una solución mesiánica, en su mayor parte en el
marxismo-leninismo. Así que en cierto modo estoy de acuerdo con lo que ustedes
dicen sobre las estructuras institucionales: que eran demasiado rígidas,
demasiado firmemente encajadas, para que aquellas primeras actividades las
sucedieran con fuerza.
B.R.: El ya
desaparecido George Lichtheim dijo una vez: La historia del marxismo es
demasiado importante para ser dejada a las sectas posleninistas, esas pequeñas
y feroces criaturas que se devoran a sí mismas en una gota de agua . Y esto
parece ser particularmente cierto de la izquierda en los Estados Unidos. Pero
al mismo tiempo, parece que el Leninismo es una especie de extensión
consistente de ciertos aspectos de los escritos de Marx, por lo menos sus
escritos públicos, y siempre es descrito como marxismo en la práctica . ¿En qué
forma es el marxismo diferente del leninismo, y en dónde se desvió Lenin?
Chomsky: Antes que nada creo que hay diferentes
corrientes de leninismo. Está el Lenin de 1917, de las Tesis de Abril y
de Estado y Revolución. Y luego está el Lenin que tomó el poder y
actúo con métodos que para mí son irreconocibles, si los comparamos con,
digamos, las doctrinas de Estado y Revolución. Para un marxista,
quizás para Lenin mismo si hubiera mirado hacia atrás, esto no hubiera sido muy
difícil de explicar. Hay una gran diferencia entre las doctrinas liberales de
una persona que trata de asociarse a un masivo movimiento popular para adquirir
el poder, y el autoritarismo de quien ha tomado el poder y procura
consolidarlo. La transición quizá no sea muy difícil de explicar. De
modo que, yo les preguntaría de qué Lenin están ustedes hablando. Y esto
también es verdad con respecto a Marx. Hay en Marx corrientes encontradas. Pero
pienso que es característico, y desafortunado, el que la lección tomada de Marx
y Lenin para el período posterior fuese la lección autoritario. Es decir, fue
el Lenin autoritario el que persistió, el que se concentró en la conquista del
poder estatal por el partido de vanguardia y en la destrucción de todas las
tribunas populares en interés de las masas. Ese es el Lenin que conocerían las
generaciones posteriores. Y una vez más, esto no era demasiado sorprendente,
porque eso es lo que realmente era en la práctica el leninismo. Y yo pienso que
para todo ese movimiento socialista es una tremenda tragedia que la Revolución
Rusa fuera identificada como socialista. Lenin mismo fue ambivalente en esto.
Nunca la identificó como socialista. Habló de cierto tipo de capitalismo de
Estado; de que probablemente no se podía tener socialismo en un país como
Rusia, etc. Cambió luego, pero básicamente eso había dicho y con esa precisión.
Pero entonces, naturalmente, el típico ideólogo de partido y sus diversos
esclavos en los llamados movimientos socialistas, tenían, para sus propios
propósitos que identificar el capitalismo de Estado que estaban formando con
algo un poco mejor que eso. Entonces incorporaron toda la tradición socialista
en su estructura extremadamente reaccionaria. Y con ello, virtualmente,
destrozaron la tradición socialista.
B.R.: Para construir
en este país un movimiento, alrededor de ideas socialistas liberales, ¿piensa
usted que es útil seguir utilizando la palabra anarquismo? ¿Piensa usted
que tiene un valor histórico, o que deberíamos ser más específicos y hablar de
asamblea comunista o socialismo liberal?
Chomsky: Pienso que tiene un valor que es una parte muy
significativa de todo el amplio movimiento anarquista, de todas las diversas
variantes socialistas del mismo, ya sea el anarquismo comunista o el
anarcosindicalismo, que se relacionaban con la organización de una sociedad
compleja basada en la igualdad y la solidaridad. Hay otra corriente del
anarquismo que no le da peso a nociones como igualdad, solidaridad, etc. Esta
es el ala derecha del anarquismo; y es, hasta donde la conozco, una forma
extrema de autoritarismo. Es obvio que, siguiendo las formulaciones de, por
ejemplo, Murray Rothbard, se llegaría a tales desigualdades de poder, que sería
como vivir bajo Gengis Khan, o algo por el estilo. Aun cuando todos serían
técnicamente libres, ésa sería la libertad para hacer contratos con la persona
que tuviera todo el poder, que fuera dueña de la policía, etc. En mi opinión,
ese modo de pensar tiene que ser deseado. Pero no creo que se deba abandonar la
noción de anarquismo porque haya una extraña periferia que también la utiliza.
Marxismo y Comunismo
B.R.: Tal como usted
no abandonaría el marxismo.
Chomsky: Sí, tal como yo no abandonaría el marxismo.
Después de todo, no estarnos interesados en hacer héroes y en identificarnos
con ellos, sino en encontrar lo que sigue siendo válido en diversas ideas,
conceptos y acciones del pasado.
B.R.: Para volver al
leninismo, ¿qué hay de los problemas de por ejemplo, Vietnam, o China, o los
movimientos del Tercer Mundo en general? Hay un verdadero desacuerdo entre
anarquistas sobre la cuestión del N. L. F. (Frente Nacional de Liberación) y el
valor de dichos movimientos en general
SIT.: ¿Puedo cambiar
un poco los términos? ¿Aplicaría usted el mismo paradigma a, digamos, la
respuesta de los partidos comunistas de Europa occidental y (en alguna medida)
el Partido Comunista Norteamericano, y la manera como, pusieron como ídolo,
modelo y prueba a la revolución bolchevique? ¿Piensa usted que se podría
aplicar lo mismo a las corrientes tercermundistas de la Nueva Izquierda?
Chomsky: Pienso que es similar, excepto que menos
pernicioso sólo por razones accidentales, es decir, porque el impacto de la
ideología socialista occidental es mucho menor, en parte porque ya no existe, y
sí existía entonces. Es ese respecto es menos pernicioso. Pero básicamente es
el mismo error. Digamos que un error muy similar. Yo no consideraría a los
movimientos revolucionarios del Tercer Mundo como socialistas en ningún
sentido. Todavía pienso que pueden ser tratados con simpatía, y que se debe
alentar su apoyo, pero eso es un asunto diferente. Yo sí seguí las posiciones
de Solidarity sobre el N. L. F., y ése es el asunto con el que yo realmente no
estaba de acuerdo, y muy seriamente. En realidad, estaba virtualmente de
acuerdo con todo lo demás. Ellos estaban en lo correcto, aunque no fueran
pertinentes, al señalar que Vietnam del Norte no es una sociedad socialista
liberal. Tienen razón cuando dicen que debemos criticar a tal sociedad. Sin
embargo, no la tienen en criticarla cuando las bombas están cayendo allí. Había
muchas cosas que no andaban bien, por ejemplo, en la Inglaterra de 1943. Pero
no pienso que era el momento, o el lugar, para señalarlas, particularmente si
se estaba viviendo en la Alemania nazi, Y esa es la situación aquí. Occidente
trata de aplastar esos movimientos y creo que todos, aquí y en Inglaterra, son
responsables por ello. London Solidarity, al no impedir que el gobierno
británico ayude al aplastamiento de la independencia vietnamita, estaba, en un
cierto sentido, contribuyendo a ello. Y, por lo tanto, que está en una posición
muy débil para criticar a Vietnam del Norte porque no es socialista, a pesar de
que tal crítica es correcta.
SIT.: Estoy de
acuerdo en eso en su mayor parte, excepto que parece que la forma en que la
izquierda en general, el movimiento antiguerra, quería presentar o manejar las
cosas en favor del N. L. F. Y de los norvietnamitas, apoyándose en gran medida
en la idea de que éstos creaban una revolución, una revolución socialista. Con
ello, los de la izquierda radical propiciaban una situación como la de después
de la revolución bolchevique, una situación que condujo al apoyo del socialismo
en un solo país, etc.
Chomsky: Creo que la actitud correcta para con la
revolución bolchevique fue la que tomó Bertrand Russell. Dijo que estaba
bastante podrida. Pero también dijo que era grotesco que los pueblos de
Occidente hablaran sobre la opresión de los revolucionarios rusos, mientras la
reforzaban apoyando la contrarrevolución.
SIT.: Sí usted va a
ser moralista, parece realmente duro mantener más de una idea en la cabeza a la
vez... Sí se va a azotar a la gente con frenesí para que haga algo, tiene que
ser en dirección de algo. Básicamente se tiene una tendencia hacía el
maniqueísmo, ¿no es cierto?
Chomsky: Pero todo es algo totalmente aparte de la
oposición a la guerra norteamericana. Pienso que está fuera, en una dimensión
diferente.
A mí me parece que fue
siempre un error del movimiento antiguerra tomar la posición de estar por el N.
L. F., o por Vietnam del Norte, o por lo que sea. Por lo que deberían haber
estado es por que se sacaran de allí las sangrientas manos del imperialismo
occidental. Lo demás, ya sería problema de los vietnamitas.
Pero éste es un asunto
complicado. Si se examina verdaderamente a Vietnam del Norte, o digamos el
Pathet Lao en Laos (y yo sí traté de saber algo acerca de ello) se ve que se ha
comprometido muchísimo con el bienestar social. Allí hay algo como una versión
de democracia local. Es muy difícil de saber qué versión, pero sin
embargo la hay. Hay algún tipo de participación en el nivel de la
planificación, en el nivel local. Pero todo eso se encaja dentro de una
estructura fantásticamente autoritaria. Un control total desde arriba, con muy
poco campo de acción para el libre acceso a la información. Esto yo lo
sospecho, a pesar de que no lo podría decir con seguridad. Y los elementos de
democracia o de control popular probablemente sólo funcionan a través del
aparato del partido comunista. Claro que esto, en sí mismo, es una cosa
tramposa. Porque la estructura del partido comunista se extiende desde el
comité central hasta las células y fábricas, y por lo poco que yo pude deducir,
pienso que hay allí probablemente algún acceso al control, etc., a través de la
estructura, pero naturalmente se está muy lejos del control por los
trabajadores. Pienso que lo que hay que hacer es comprender en qué consisten
dichas sociedades, simpatizar con lo que es bueno, criticar lo que es malo,
ofrecer alternativas, etc. En realidad, me interesó ver que ellos están en
cierto modo abiertos a esto. Por ejemplo, tuve una entrevista con Pham Van
Dong, quien había leído El poder norteamericano y los nuevos mandarines
en la traducción francesa, y su primera observación fue que la obra era
demasiado anarquista... Tuvimos algunas discusiones sobre el punto. Estoy
seguro de que no lo convencí, como él no me convenció a mí. Sin embargo,
percibió inmediatamente que se trataba de una especie de crítica anarquista al
comunismo, entre otras cosas, y pienso que si se tiene algún respeto por esa
gente, se debe ser muy sencillo y claro en la crítica sobre ellos, se debe
tratar, si se puede, de discutir con ellos.
SIT.: Pienso que
usted pudo haber jugado inadvertidamente contra usted mismo, a pesar de que,
como sabe, tanto los capitalistas como los capitalistas de Estado, en su juego
de ajedrez global, han tratado de representar un mundo en el que sólo hay dos
opciones, sin tercera fuerza. Hicieron esto en la Guerra Civil Española. Lo
hicieron en gran medida en Hungría. Quiero decir que hubo gran similitud
en la forma en que los norteamericanos presentaron el caso: ( Esta gente quiere
el capitalismo ) y la forma en que Rusia lo presentó: ( Esta gente quiere una
contrarrevolución fascista ). Ninguno de los dos hubiera dejado surgir una voz
que dijera: No, no quieren a ninguno de los dos, quieren algo que no es ni el
capitalismo ni el socialismo tales como los conocemos . En otras palabras, se dejaba
fuera la posibilidad de una tercera fuerza la falla de La Nueva Izquierda,
identificarse respondiendo: No, nosotros no queremos lo que tienen en Rusia
cada vez que alguien decía: Bueno, ¿por qué no se van ustedes a Rusia , fue de
lo más dañino. Esta es una gran parte de la razón por la cual no nos oyen más
norteamericanos medios, que tienen esos fuertes miedos anticomunistas. Y se
debe a que no nos identificamos claramente como distintos a aquello. Por eso
una gran cantidad de gente, como mis padres, pensó que estábamos,
conscientemente o no, siendo manipulados por una segunda fuerza.
Chomsky: Yo recibo muchas cartas sobre el particular.
Aquí mismo tengo una. Es una típica respuesta de esa clase. Dice: ¿Es usted un
comunista con carnet o simplemente un simpatizante? , o algo así... Quién que
no fuera usted podría decir todas esas cosas malas sobre el presidente Nixon.
es realmente muy duro romper con una suposición ideológica dada, del tipo de o
está usted con nosotros, o con los rusos . No importa cómo se diga, no importa
cuánto se haga al respecto, a mucha gente le cuesta ver que haya otra
posibilidad.
SIT.: ¿Mencionó
usted alguna vez precisamente a las asambleas?
B.R.: Naturalmente,
en Notes on Anarchism.
Chomsky: Claro, y en El poder norteamericano y Los
nuevos mandarines uno de los grandes temas de discusión era el
anarquismo español. Una de las principales razones que yo trataba de establecer
allí era que el bolchevismo y el liberalismo norteamericano son básicamente
manifestaciones de la misma cosa. Eso era algo abstracto y no creo que mucha
gente supiera de lo que yo decía. Probablemente no lo hice bien, pero yo no
estaba de ninguna manera solo en eso. Mucha gente estaba Intentando lo mismo.
Pero es difícil combatir la suposición dominante de que o se es comunista, lo
que significa apologista de los rusos, o se es partidario del imperialismo
norteamericano. Había una crítica más válida, la de que la Nueva Izquierda sí
idealizó de modo bastante tonto a Cuba, China y Vietnam en particular. He visto
a gente que regresaba de Vietnam diciendo cómo los vietnamitas eran todo amor y
ridiculeces por el estilo.
La cuestión de Vietnam
B.R.: Usted siempre
argumentó, inclusive en su último libro, que el N. L. F. era independiente, no
un títere de China, o de la U. R. S. S., o de cualquier otro. El año pasado,
usted argumentó que el convenio que Kissinger firmó era, esencialmente, el
programa del enemigo. En vista del vagabundeo mundial de Kissinger, y de lo que
todos dicen con relación a una solución fraguada por las superpotencias y con
la presión de China y Rusia sobre la República Democrática de Vietnam para
frustrar cualquier ofensiva desatada por el N. L. F., ¿es todavía posible,
después del Tet, decir que el N. L. F. es una fuerza independiente, y que la República
Democrática de Vietnam es independiente, ya sea de China o de la Unión
Soviética?
Chomsky: No creo que el vagabundeo mundial de Kissinger,
o sus planes globales, hayan tenido realmente ningún efecto sobre lo que pasó
en Vietnam, aunque lo intentó. Por diversas razones: principalmente, porque ni
los rusos ni los chinos estuvieron nunca muy entusiasmados con el comunismo
vietnamita, y no necesitaban a Kissinger para que los hiciera menos entusiastas
de lo que probablemente ya estaban dispuestos a ser.
B.R.: ¿Por qué
piensa usted que fue así?
Chomsky: En el caso de China, en parte porque pienso que
China no quiere ver junto a sus fronteras sociedades independientes y fuertes.
Y una Indochina bajo el comunismo, dominada por los vietnamitas, bueno, representaría
una fuerza importante y muy independiente, que no tendría utilidad para China y
que seguiría su propio camino. Y los chinos no están interesados en eso. Es,
más o menos, la misma razón por la que Stalin se opuso a los comunistas
griegos: no quería ver una federación comunista balcánica. Esta es,
básicamente, política de gran potencia. No importaba si eran comunistas,
fascistas, o cualquier otra cosa, si eran fuertes, independientes y con apoyo
popular.
Por lo que se refiere a
los rusos, pienso que están aterrorizados en parte por los elementos liberales
del comunismo indochino que están allí a pesar del autoritarismo. Este tipo de
cosas asusta a los rusos, y por razones obvias. Muy aparte de esto, los rusos
son muy racistas, y pienso que en esa actitud hay implícita una gran cantidad
de odio racial. Pero el punto principal, por lo que se refiere a los rusos, es
que su política internacional siempre consistió en buscar lo que ellos llaman
detente , y eso significa subordinación a los Estados Unidos. Lo que quieren,
por lo que yo veo, es ser aceptados dentro del sistema norteamericano como una
especie de socio junior : ellos hacen su trabajo, nosotros no los molestamos,
etc. Por eso, el apoyo al nacionalismo vietnamita es inconsistente. No podían
negarse a darlo, porque entonces hubieran perdido toda la confianza
internacional, la del tercer mundo, o la que sea, y esto también les interesa
como posibilidad de influencia y con propósitos de poder. Pero sin embargo,
pienso que ése es un aspecto fundamental de su política, y no se necesitó
convencerlos mucho para hacerlos seguir ese rumbo. Pero pienso que sólo han
tenido efectos marginales sobre los asuntos de Indochina, simplemente porque
allí no tienen tanta influencia. Sin embargo, ustedes tiene razón, cuando
preguntan si el N. L. F. dejó de ser independiente por la época del Tet, o algo
parecido. Pero esto no tendría nada
que ver con China o con
Rusia, sino con el buen éxito de la ofensiva norteamericana. La guerra
norteamericana iba realmente contra Vietnam del Sur; el otro asunto era una
pantalla. Y la guerra contra Vietnam del Sur tuvo éxito en un cierto sentido.
Es decir, destruyó en gran parte esa sociedad, y dado que el N. L. F. era una
fuerza social arraigada en esa sociedad, al destruir esa sociedad pienso que
los Estados Unidos minaron al movimiento. Creo que parte del propósito de la
guerra era forzar al N. L. F. a la dependencia del exterior, de manera que no
pudiera ser un movimiento auténticamente sudvietnamita. Por la misma razón, los
Estados Unidos trataron de conducir a China a las manos de Rusia.
B.R.: ¿Qué piensa
usted de una decisión como esa?
Chomsky: ¿Dice usted por parte de los Estados Unidos?
B.R.: Sí, en
términos de la estrategia que se expresaría así: Lo que queremos esforzar al N.
L. F. a una estrecha asociación con el norte, a fin de desacreditarlos
Chomsky: Sí, esto es duro de decir. Supongo que la gente
más sutil tenía conciencia de ello. Los escritores mercenarios habituales
hicieron probablemente ese trabajo en una especie de forma refleja. Se creyeron
probablemente su propia propaganda. Es decir, desde el comienzo la propaganda
consistió en hablar de agentes del norte. Y los del tipo Bundy probablemente la
creyeron, y actuaron de acuerdo con ella. Pero, alguna gente debe haber sabido
lo que estaba pasando, bajo la superficie. Tomen a alguien como Robert Perlman,
el tipo que dirigió los programas de pacificación, que es un verdadero
tecnócrata, es decir, un verdadero tecnócrata brutal y que lo dijo muy
abiertamente: Vean, ninguno de nuestros programas es muy efectivo, pero los
vamos a triturar por simples peso y masa , o algo por el estilo... Y esa es la
cosa.
B.R.: ¿Cuánta
influencia tienen sobre la política tipos como Pool, que defendió cosas
semejantes: la destrucción del campo, bombardeos de saturación, campos
concentracionarios?
Chomsky: Eso es verdaderamente difícil de saber. Sospecho
que toda esa gente como Pool, Huntington y el resto, eran apenas ideólogos
periféricos; gente que, más o menos, veía lo que pasaba y trataba de dorar un
poco la píldora.
B.R.: Por ejemplo,
los de un instituto de investigación como el Center for International Studies ,
¿son ideólogos para dorar la píldora, o efectivamente tienen una influencia
sobre la política?
Chomsky: Es difícil de juzgar, pero yo no puedo creer que
esa gente haya tenido nunca mucho que ver con nada. Querían hacerlo, creo, pero
dudo de que lo hayan logrado. No creo que Huntington entienda, ni siquiera hoy,
por qué la gente se molestó tanto por lo que escribió. Yo, por ejemplo, probablemente
su crítico principal, simplemente dije: Vean lo que el tipo está diciendo , y
cité largos pasajes. Y él no entendió, y dijo: Bueno, ¿y qué? , es decir, ¿por
qué tanto escándalo con esto, qué es lo que no va?
Los nuevos dirigentes
B.R.: Ha habido
mucha relación entre la universidad y los militares. Kissinger fue sacado de
Harvard, y ahí estaba esa cosa, la Foreign Affairs Association , a la que
pertenecía mucha gente universitaria, que aparentemente sí estuvo relacionada
con el gobierno. ¿Actúa Nixon en forma independiente de la intelligentsia
liberal del Noreste, o simplemente la descarta?
Chomsky: No, pienso que hay una especie de sistema de
filtro, a pesar de que una parte muy sustancial de la intelligentsia liberal,
aspira al empleo gubernamental. Son nuestros bolcheviques. Pero, naturalmente,
sólo se colocan los que tienen la ideología y los compromisos adecuados. Cuando
Kennedy busca a un historiador para adornar su administración escoge a Arthur
Schlesinger y no a Barrington Moore. Porque aquél dice las cosas adecuadas,
cree en las cosas adecuadas. Así es el negocio. Lo mismo pasa aquí; si un tipo
como Kissinger quiere ganar poder, propondrá la clase de política internacional
que es aceptable para la gente que dirige la sociedad, pero haciendo ver como
que él está determinando las cosas. Se puede saber cuánto está determinando
Kissinger la política, haciéndose esta pregunta: ¿Qué sucedería si Kissinger
presentara una propuesta que fuera contra los intereses de la clase dirigente
norteamericana? Estaría enseñando historia en el Tecnológico de Georgia o algo
parecido.
B.R.: Parece ser un
hábil tecnócrata, un yes-man.
Chomsky: Se las arregla para articular y formular
políticas que representan, en gran parte, los intereses de los grupos de la
clase dirigente, y por eso éstos lo convierten en un manipulador.
B.R.: Entonces el
problema está en cómo se hace la política. Porque Vietnam y Watergate han
sacado a la luz una cantidad de cosas, y está toda esa imagen del cowboy yanqui
y todo lo demás. ¿Cómo piensa usted que se toman las decisiones? Es decir, se
toman claramente para fortalecer al sistema capitalista, pero también parece
haber competencia, y yo no puedo aceptar el mecánico punto de vista leninista
de que el Estado es simplemente el comité ejecutivo de la clase capitalista.
Chomsky: Algo hay de eso.
B.R.: Sí, pero debe
ser más conflictivo.
Chomsky: Debe ser, porque la clase dirigente misma tiene
conflictos internos y, hay una especie de dinámica que condujo a que la
Interstate Commerce Commission fuera adquirida por los ferrocarriles. Aquellos
elementos de la clase dirigente, que tienen intereses particulares en una u
otra esfera de la actividad gubernamental, tenderán probablemente a dominarla.
Lo que hagan, podrá estar en conflicto con los intereses de clase de otros,
pero los otros no se preocupan tanto y lo dejan pasar.
Y pienso que, en gran
parte, lo mismo sucede con la política exterior. Hay algunos elementos de la
clase dirigente, es decir, los abogados corporativos, que tratan con corporaciones
multinacionales y, por lo tanto, representan un tipo de interés general, en una
economía libre, internacional, global, y esas cosas. Estas son las gentes que
trataron, y tuvieron éxito en ello, de tomar posiciones donde se toman
decisiones, en el sistema político del extranjero, exactamente en la misma
forma en que los ferrocarriles tratarán de adueñarse de la I. C. C. (Cámara de
Comercio Internacional), o cualquier otro centro de poder tratará de adueñarse
de la estructura gubernamental que lo regula. Naturalmente, esto significa que
a menudo estarán haciendo cosas que son dañinas para otros elementos del
sistema corporativo que no se preocupan mucho por ello, y sufren marginalmente.
A veces esto puede desembocar en conflictos reales. Conflictos serios. Pero
todavía, con todo lo expresado, me parece a mí que no es desleal hablar del
ejecutivo estatal como simplemente una rama de la clase dirigente, que está
gobernando esa estructura centralizada.
B.R.: Pensé que era
importante, porque si usted ve al Estado simplemente como un órgano de clase,
entonces la dictadura del proletariado como un órgano de clase se hace
factible, pero sí usted ve que, particularmente en la sociedad moderna, el
gobierno es el treinta por ciento de la economía, la más grande corporación y
el mayor empleador, etc., entonces algo es aquí diferente, y el Estado es mucho
más que simplemente el comité ejecutivo de la clase dirigente. En realidad,
tiene sus propios intereses.
Chomsky: Sí, tiene sus propios intereses independientes,
y creo que por ejemplo, es posible verlo en alguna medida en algunas directivas
particulares que toma el capitalismo de Estado. Parte del ímpetu del
capitalismo de Estado hacia la militarización tiene que ver con intereses
especiales que se han desarrollado dentro de ese sector mismo; y precisamente
han logrado obtener mucho poder de decisión. En esto, Seymour Melman, a pesar
de que no acepto completamente su análisis, me parece que ha encontrado algo,
cuando dice que hay un sistema administrativo parcialmente independiente, en la
estructura total del Pentágono, que simplemente tiene a su disposición
tremendas disponibilidades. Y aunque, naturalmente, la verdadera clase
dirigente lo liquidaría en cualquier momento, por el simple expediente de
retirarle sus recursos, sin embargo eso no es lo que sucede, debido a su
interpenetración con ella, etc.
B.R.: Corren muchos
comentarios sobre un golpe militar, el fascismo, etc... Parece que, a pesar de
que los militares tienen tremendas ligas con la industria de la defensa
y otras, en realidad podrían tener intereses propios, un interés ideológico o
lo que sea, que pudiera coincidir con ciertos segmentos de la clase dirigente.
Pero uno sospecha, al ver en operación al fascismo, que hay dentro de él
elementos independientes que pueden dominar las actividades, y que en realidad
no son necesariamente elementos comerciales.
Chomsky: Pueden, pero yo pienso que los antecedentes
apoyan muy bien el punto de vista de que el fascismo es el último recurso de
las clases dirigentes cuando ya no pueden mantener de otra forma sus
privilegios. Y ésa es la razón por la cual yo no esperaría que eso sucediera en
los Estados Unidos, por lo menos en un plazo breve.
SIT.: Usted percibe
los peligros de considerar al fascismo en términos estrechos. Es decir, toda la
mass psychology, de Reich, era un intento de señalarles a los leninoides de
esa época que encasillar al fascismo en esos términos era demasiado fácil. 0
sea que ello tiene que ver con una estructura autoritaria del carácter, con
gente criada desde la infancia en familias dominadas por el padre, la Iglesia,
la totalidad del complejo de instituciones que preparan a la vida adulta. Es
decir, la conciencia de la gente, los motivos de cálculo, el hombre económico,
y el subconsciente del pueblo. ¿Entonces qué papel tenían las bandas en marcha
y todo el llamado machista, que hacía que la gente tuviera orgasmos colectivos
en las reuniones de Nuremberg? Obviamente, la cosa iba hacia algo más profundo
en la psique del pueblo.
Chomsky: Sí, no estoy en desacuerdo con eso, pero estos
mismos factores de estructura de la personalidad, estructura de la familia,
etc., son igualmente verdaderos en los períodos prefascistas. Y yo creo que es
correcto decir que son factores que pueden ser fácilmente explotados por una
organización fascista, o por una llamada organización comunista, o por
cualquier organización tendiente a movilizar a las masas. En realidad, en
cierta medida, toda la mística de Kennedy apelaba, en un nivel más bajo, a ese
tipo de cosas, y había elementos de ello en el New Dwal.
Pero, el problema,
¿cuándo recurrirá la clase dirigente a tales métodos, cuándo tratarán de hacer
un llamamiento semejante, a esas corrientes del autoritarismo en la familia y
en la personalidad? En rasgos generales, pienso que lo harán cuando ello
constituya el último recurso para la preservación de sus privilegios. Y que hay
para ello una buena razón que tiene que ver con la naturaleza del capitalismo
como tal. Es cierto que nosotros no tenemos realmente un capitalismo, sino una
variante de él. Pero en su forma ideal, a la que nos aproximamos en cierta
medida, el capitalismo es básicamente un sistema donde todo está a la venta, y
más se puede obtener cuanto más dinero se tenga. En particular, esto es cierto
con respecto a la libertad. La libertad es una de las mercancías que está a la
venta; si usted es rico, puede comprar tal cantidad de libertad. Por ejemplo,
si usted tiene dificultades con la ley. Y por esa razón tiene mucho sentido, si
se acepta el sistema capitalista, tratar de acumular propiedades, no
simplemente porque se desea el bienestar material, sino porque eso garantiza la
libertad. Se puede acumular esa mercancía.
O sea que esto
significa que, totalmente aparte del simple bienestar material, inclusive de la
necesidad de libertad, etc., dichas necesidades en cierta medida se satisfacen
si se tiene suficiente riqueza y poder para comprar sus soluciones en esa
especie de mercado libre. Y esto significa, que la defensa de las instituciones
libres, estará en gran parte en las manos de aquellos que se benefician de las
mismas, es decir, los ricos y los poderosos. Ellos pueden comprar esa mercancía
y, por lo tanto, quieren que existan esas instituciones, como por ejemplo la
prensa libre, y todo eso, Pero, esto es verdad hasta cierto punto. Si resulta
que tales instituciones libres comienzan a golpear sus privilegios entonces,
naturalmente, cambiarán las reglas del juego. Como, por ejemplo, sucedió en el
caso evidente de Chile. La clase capitalista defiende la libertad de prensa, o
lo que así se llame, y la libertad del sistema legal, porque es la beneficiaria
de ellos, pero solamente mientras son una especie de esfuerzo por redistribuir
el privilegio.
La actitud anarquista
B.R.: Esto presenta
la cuestión de cuál debería ser la actitud anarquista hacia una forma
transicional, y de cuán profundamente debería entrar en la política, porque es
muy tramposo, en este país, distinguir entre genuinas descentralizaciones de
poder, que presumiblemente nosotros apoyaríamos, y descentralizaciones de poder
que simplemente hacen más poderosa y eficiente en su represión a la estructura
total
Chomsky: Sí, este es un problema muy serio y ustedes
deben enfrentarlo concretamente en cada circunstancia. Ahora mismo, el caso del
impeachtment viene a cuento.
B.R.: Es cierto.
Chomsky: Yo soy muy escéptico con respecto al compromiso
radical en cualquiera de estas cosas del impeachment. Me parece que tienden a
contribuir a la mistificación de la presidencia. Ustedes están en lo cierto,
cuando dicen que Nixon es un bandido y un hijo de puta, y que hay que echarlo.
Pero que la izquierda contribuya a la creencia de que eso va a traer
cambios sustanciales, es simplemente añadir argumentos a la creencia de que el
presidente es alguna especie de Dios o Rey, y que sólo necesitamos tener al
dios adecuado.
Algunas de las cosas
que surgieron son realmente graves. Por ejemplo, recibí una cosa del Emergency
Civil Liberties Committee , que es realmente una buena partida de gente, la
gente que se encarga de todos los casos difíciles que la A. C. L. U. (Unión
Americana de Libertades Civiles) no tocaría, etc. Pero ellos tenían esa
petición y, bueno, yo generalmente firmo todo lo que viene, pero eso era
tan malo que yo simplemente no pude firmarlo. Decía que debíamos hacerle
enjuiciar políticamente al presidente, porque esa es la única manera de
restaurar la dignidad de la presidencia y de reconstruir nuestro honor
nacional. Esa posición contribuía a la peor clase de creencias, es decir, a las
razones por las cuales la élite corporativa inteligente quiere librarse de
Nixon: porque ha manchado esas razones, precisamente. Es difícil reverenciar a
un presidente cuando este roba a todo el mundo para construir algo en San
Clemente. Si quieren sacar a ese tipo de allí, es porque está perjudicando a la
ideología.
B.R.: ¿Cómo ve
usted, entonces, el proceso de descentralización? ¿Tiene usted una perspectiva
del mismo? ¿Es apocalíptico, gradual?
Chomsky: En principio, es verdad que ustedes tienen que
construir de alguna forma las organizaciones del futuro en la sociedad
presente. La gente tiene que tener un cuadro de cómo manejará a su comunidad, o
industria, o lo que sea, y tiene que luchar para hacerlo, en la medida que
pueda. Al mismo tiempo, supongo que, en un cierto punto, la clase dirigente
simplemente contestará con la fuerza, y como tiene que haber una defensa contra
esa fuerza, eso probablemente signifique revolución violenta. No me
sorprendería que eso fuera inevitable en una cierta etapa, simplemente a fin de
resistir a la fuerza que permanece en las manos de los privilegiados, los que
en Chile o en cualquier otro lugar, atacarán a todo tipo de institución libre
que comience a quitarles sus privilegios.
B.R.: Usted incluyó
un capítulo sobre los límites de la desobediencia civil en su último libro, For
Reasons of State. ¿Piensa que nosotros tenemos que ir definitivamente más
allá de ese tipo de cosas?
Chomsky: Allí hablaba de los Berrigan. Yo pienso que lo
que hacen es verdaderamente importante y les tengo mucho respeto, pero esa
acción tiene una significación social muy estrecha. Es precisamente útil en un
caso como el de la guerra de Vietnam, cuando hay un tipo de intereses de la
clase dirigente que serán llevados adelante si los costos no son muy
elevados en casa, y cuando una gran parte de la población encuentra que eso no
está bien. En esa combinación de circunstancias, la desobediencia civil puede
ser efectiva. Puede ser una manera de movilizar a esa gran parte de la
población que ve que no está bien elevar el costo; movilizarla hasta un punto
en que los dirigentes de la sociedad decidan que ya no vale la pena. Esto es
útil, muy valiente, y lo apoyo por completo, pero no tiene virtualmente nada
que ver con el cambio social, según yo lo entiendo.
La resistencia al
Estado-Policía
B.R.: ¿Quiere usted
hacer algunas sugerencias, con respecto a la organización necesaria, o
comentarios sobre qué tipos de estratega podrían resistir efectivamente al
moderno estado policíaco tecnológico, que hasta el momento parece haber
resistido a todos los ataques?
Chomsky: Las técnicas de vigilancia y de control que se
están desarrollando, son una cosa muy seria. Creo que nosotros simplemente
tenemos que intentar organizar a la gente en grupos para que destrocen las
cámaras pesquisitivas de televisión, y organizar a los técnicos para que
interrumpan ese mecanismo. Alguien me contó un artículo de la National Review,
escrito por un tipo llamado Miles Copeland, que era, quizá todavía es,
agente de la C. I. A. El artículo trataba de la vigilancia doméstica y de qué
amplitud está tomando. Aparentemente, James Buckley introdujo una especie de
proyecto de ley que proponía una categoría especial de gente a la que se le
permitiera obtener informaciones de cualquier fuente, y dado que estas personas
son muy respetables, podríamos estar seguros de que no harían nada malo con tal
información , etc.
B.R.: Sorprende la
poca resistencia popular que ha habido contra esto.
Chomsky: No hay mucha conciencia de ello. En realidad, el
tipo de conciencia que se está formando nace de los lugares más curiosos.
Muchos periódicos de izquierda, reciben cartas de presidiarios, cartas
realmente interesantes sobre la situación que hay en las prisiones. De allí es
de donde se debería esperar eso en primer lugar, en instituciones de control
total, como prisiones y escuelas. Allí es donde se ve en primer lugar la
modificación de la conducta... las drogas.
B.R.: Los electrodos
en el cerebro...
Chomsky: La psico-cirugía... A proposito, vamos a tener
una gran reunión aquí el viernes, para tratar por lo menos de obtener alguna
información sobre este tipo de cosas, y ver si no hay algo que pueda hacer esta
clase de gente técnicamente orientada, simplemente como un servicio, como una
defensa de las comunidades contra este tipo de intrusión y operación. Este es
un paso concreto, en el que ustedes pueden ver el comienzo de una forma de
relacionar el interés inmediato de una comunidad, con el interés inmediato de
los técnicos del M. I. T., por ejemplo.
B.R.: Oí decir que
el M. I. T. está transmitiendo uno de los proyectos de construcción de esta
zona con cable de televisión libre de cargo. No puedo imaginar cómo pueden
llegar a tales extremos de generosidad.
Chomsky: Circuló una historia, con respecto a que los
cables de televisión tienen una capacidad de dos vías.
B.R.: Tienen
posibilidades de control por encima de la vigilancia. Permiten una programación
mucho más selectiva en términos de propaganda. Se puede diseñar un conjunto de
programación para proyectos de construcción, otro para los barrios suburbanos,
especializando y refinando con ello la entrada de la propaganda.
Chomsky: Conozco a mucha gente de la izquierda interesada
en los medios de comunicación que creía que había un gran número de
oportunidades en ese asunto del cable de televisión. Pero resultaría tan
voraz...
B.R.: Me parece que
lo que sucede es que el llamado acceso libre, o acceso abierto, empieza a ser
reconocido como un dispositivo ilusorio de relaciones públicas, utilizado por
las corporaciones cablegráficas para obtener franquicias en pueblos y
comunidades. Dado que los grupos de comunidad en realidad no poseen u operan
los sistemas de televisión, tan pronto como presentan alguna controversia, se
les posterga.
Chomsky: ¿Quién maneja este asunto? ¿Es algo corporativo?
B.R.: Los F. C. C.
(Comisión Federal de Comunicaciones) han diseñado ciertas reglas de libre
acceso, pero son muy vagas, ahora mismo, se encuentran en la ciudad de Nueva
York, en proceso de definición, y en su mayor parte se Las define en términos
restrictivos. Por lo que se refiere a propiedad al control último, y control
probable por parte de los F. C. C., se trata básicamente de la misma gente que
posee todo lo demás: Sylvania, Hughes Aircraft, y AT & T. Todos están muy
metidos en la industria del cable.
Pienso que una cantidad
de grupos radícales que trataron de obtener cable de televisión cuando apareció
por primera vez, tuvieron hacia él una actitud de manipulación, encarándolo en
términos tradicionales de estructura del poder, como una oportunidad de darte una
apariencia vistosa y engañosa a la revolución, o para hacerse publicidad.
Determinismo y
conductismo
B.R.: ¿Podría hacer
una pregunta filosófica? Me pregunto por qué simpatiza usted mucho más con el
determinismo económico de Marx, que digamos, con la teoría conductista de
Skinner, que es otra forma de determinismo.
Chomsky: Yo no leo a Marx como un determinista económico.
Él explicaba cómo los modelos de elección están influidos por intereses
materiales y por otros intereses definidos en términos de clase; hablaba de la
significación de las relaciones de producción en la definición de las clases, y
cuáles deberían ser. Y todo eso estaba bien. Marx identificaba factores
cruciales que tienen un papel en la acción social, en una sociedad de clases,
pero esto no necesariamente es determinista.
Ahora, en cuanto a
Skinner, simplemente pienso que se trata de un fraude, que está vacío. Aunque
es un fraude interesante. Hay aquí dos niveles de discusión. Uno es puramente
intelectual: ¿A qué altura llega? Y la respuesta es cero, zitch... Es
decir, no hay allí más que principios triviales, si hay principios.
B.R.: En Skinner, no
en Marx.
Chomsky: Sí, en
Skinner. Ahora la otra cuestión es, ¿por qué tanto interés en ello? Y aquí me
parece que la respuesta es obvia. Es decir, la metodología que sugieren es
conocida de todo buen guardia de prisión o interrogador policíaco. Pero, ellos
la hacen aparecer benigna y científica, etc.; en cierta manera, doran un poco
la píldora, y por dicha razón es muy valiosa para ellos. Yo pienso que estas
dos cosas tienen que denunciarse. Usted se pregunta: ¿esto es ciencia? No, es
un fraude. Y entonces se pregunta ¿qué interés hay en ello? Respuesta: el
interés está en que le dice a cualquier carcelero de un campo de concentración
que puede obedecer a sus instintos y al mismo tiempo pretender que es un
científico. Y que eso es bueno, porque la ciencia es buena, o neutral, etc.
Lo que sí proporciona,
es una especie de manto de neutralidad a la opresión y al control; el mismo
tipo de manto con el que la intelligentsia liberal cubrió la dominación
imperialista. Trataron de hacerlo parecer como una especie de ejercicio
de pragmatismo, y de resolución de problemas, y por tanto perfectamente
neutral. En realidad, es interesante... Yo he citado decenas de veces
observaciones de algunos de esos especialistas de la contrainsurgencia, que
pretenden decir: Miren, es como la física; ciertas entradas, ciertas salidas.
Totalmente neutral desde el punto de vista ético. Simplemente, es cosa de
resolver algunos problemas. Solamente alguna clase de moralista loco se
preocuparía por ello . Bueno, esa es la contribución conductista: tomar las
técnicas estándar de control, opresión y coerción, y tratar de hacerlas
desaparecer , de aislarlas de la crítica y del conocimiento, mediante su
asimilación y la ciencia. Eso no tiene nada que ver con Marx.
B.R.: Siento que hay
quizá una analogía entre decir que una clase de gente hará ciertas cosas bajo
ciertas condiciones económicas, como por ejemplo sí la clase dirigente se ve
realmente amenazada, hará uso de la violencia para defenderse, y la afición de
Skinner de que sí se utilizan ciertos aparatos de reforzamiento de la conducta,
un individuo está obligado a...
Chomsky: Es eso de está obligado a lo que resulta
significativo. Si usted dice tiende a , entonces naturalmente es cierto. Es
decir, usted puede muy bien generalizar sobre lo que la gente tiende a hacer
bajo ciertas circunstancias. 0 sea, usted tiende a ir a la playa cuando se
eleva la temperatura, no cuando desciende.
B.R.: Pero eso no es
una ley.
Chomsky: Exacto, en primer lugar no es una ley, uno tiene
en ello un control individual. Y no hay necesidad de acudir a los científicos
para descubrir nada sobre los principios mismos de la tendencia..
B.R.: Pero ¿diría
usted que en ciertas situaciones, la clase dirigente podría, digamos por
razones morales, hacer donación voluntaria de sus privilegios?
Chomsky: Eso es concebible, pero no pienso que haya
ninguna razón para creer que tal cosa sucederá. Marx mismo especuló con esa
posibilidad en Inglaterra. Y podría ser; imagino que un país como Suecia, por
ejemplo, que es una especie de chistosa mezcla de cosas (y no es que sepa mucho
sobre Suecia), si no fuera por presiones exteriores, el deterioro
dirigente, podría llegar a un punto en que simplemente no tendría defensa
efectiva, ya fuera física o moral. Es decir, tendrían que convencerse a sí
mismos de que era justo lo que hacían. Poca gente puede actuar si no se
convence de ello. Naturalmente, no sucedería en Suecia porque sería
conquistada, o algo así. Pero aparte de eso, tal caso hipotético describe una
evolución, una especie de deterioro moral, de deterioro del poder, por parte de
los grupos de la clase dirigente, que podría hacerlos renunciar, o negarse a
luchar por sus privilegios, o algo por el estilo.
Positivismo
B.R.: Usted escribió
mucho sobre la mentalidad tecnócrata de los planificadores de Vietnam, etc.,
que siempre están trabajando dentro de ciertos esquemas, que no cuestionan
nunca. ¿Cómo podría encajar esto en la tendencia de Occidente, o por lo menos
de la sociedad anglonorteamericana, hacía el positivismo? Es decir, puedo ver
cómo, por ejemplo, los soviéticos y los alemanes pudieron usar el hegelismo.
Pero parece que en Occidente hay una tendencia positivista, que tiende a
excluir toda moral como pura subjetividad. ¿Cómo puede encajar esto en esa
mentalidad?
Chomsky: El positivismo no tiene nada que ver con la
ciencia o algo similar; tiene que ver con el capitalismo. Tiene que ver con la
resolución de problemas técnicos en interés de quien quiera que plantee tales
problemas, y determine cuáles son las soluciones adecuadas. No hay nada
equivocado en esto. Si, supongamos, tuviéramos una comunidad que controlara sus
propias organizaciones o industrias locales, o lo que fuera, y quisiera que un
cierto tipo de problema se resolviera bien, el problema en cuestión sería
resuelto de la manera que llenara mejor tales condiciones.
La utilidad ideológica
de este tipo de pragmatismo fue contribuir a la creencia de que no hay en ello
nada ideológico, de que es simplemente neutral y científico, que no refleja ni
el privilegio ni el poder. Naturalmente todo eso es basura. Y para establecerlo
fue elevado a la categoría de ideología universal, en la misma forma en que,
por ejemplo, la ideología burguesa fue elevada a ideología universal hace
algunos siglos. Todo el final del debate sobre la ideología es muy divertido a
este respecto, porque muchos de los exponentes que criticaban correctamente
ideologías anteriores, señalando que en realidad universalizaban intereses
particulares, terminaban diciendo: nosotros simplemente resolvemos problemas,
técnicamente, y no tenemos ningún tipo de ideología. Era volver a hacer
exactamente lo mismo que ellos mismos habían criticado a los de la generación
anterior. La creencia de que están simplemente resolviendo problemas aparece
como una tontería, cuando uno se da cuenta de quién establece las
condiciones de una solución aceptable, quien define los problemas, quién estará
en condiciones de hacer uso de las soluciones que se obtengan, quién rechazará
las que no le gustan, etc.
B.R.: Este es un
problema que siempre me fascinó. Es decir, que la filosofía puede definir
mucho, y limitar una cantidad de elecciones. Yo no estoy seguro de que exista
una filosofía revolucionaria, pero no logro ver que algo progresista, cualquier
tipo de cosa liberal sucia del positivismo. Simplemente, me parece que las
excluye totalmente. Toda la cosa de que las elecciones morales son puramente
subjetivas.
Chomsky: Bueno, no estoy seguro de ello.
B.R.: Gran parte de
la mentalidad de The Backroom Boys , etc., parecía reflejar esto.
Chomsky: No creo que sea leal echarle la culpa a los
positivistas. Estos eran, en su mayor parte, más o menos liberales y
socialistas, es decir, que sentían que era posible, mediante la aplicación de
la razón, alcanzar metas humanamente deseables. Tomemos a alguien como Bertrand
Russell. Siempre estuvo de acuerdo, básicamente, con Hume, en el sentido de que
la razón es la esclava de la pasión, es decir, sólo se tiene que decidir
qué tipo de cosas se
quiere, por la razón que sea, y se usa la inteligencia para tratar de
lograrlas. 0 a Rudolf Carnap, que era un positivista par excellence, y
que sin embargo era un valiente liberal y luchador por los derechos civiles, y
fue de los primeros en oponerse a la guerra de Vietnam. Y tal actitud es
perfectamente coherente con su creencia de que no se puede dar una
justificación científica a los juicios de valor, que muy bien puede ser verdad.
El hecho es que tipos
como los del estilo de Bundy, más tarde hicieron uso de ese esquema y de esa
terminología, y los distorsionaron para convertirlos en un instrumento de
dominio de clase, y esto ya es otra cosa.
B.R.: Yo no me
refería a personas, sino más bien a una tendencia del pensamiento.
Chomsky: Bueno, en la medida en que tiende a poner de
lado los juicios de valor, o cuestiones de elecciones y de dónde vienen, etc.,
el positivismo puede tener un efecto muy reaccionario. Pero eso no es inherente
al positivismo; es inherente a una distorsión del mismo.
Actualidad del
Anarquismo
B.R.: El anarquismo
es criticado a menudo por ser utópico e incapaz de manejar situaciones
prácticas complicadas. Una de las situaciones más complejas de la actualidad es
la del Medio Oriente.
Chomsky: Pienso que ése es un ejemplo perfecto de la
utilidad del anarquismo. Lo que hay en el Medio Oriente es un ejemplo casi
clásico del absurdo total de un pueblo que se organiza en sistemas de Estado.
Es decir, ¿qué ganan los judíos de Israel, como seres humanos, con
identificarse como el grupo dirigente en un Estado judío? El único efecto de
tal decisión es destructivo para ellos mismos. Examinemos el surgimiento de
todo el control teocrático en Israel. Eso no tiene, en lo absoluto, nada que
ver con las raíces del judaísmo, nunca existió. Es el reflejo del
establecimiento de un sistema de Estado. Y para la gente del país es
terriblemente opresivo. Muchos de ellos no son religiosos; no quieren ningún
tipo de tontería semejante. Pero están unidos a ello, desde el momento en que
insisten en que haya un sistema de Estado que se distinga de alguna forma de
todos los demás. Bueno, ¿en qué manera se distingue? Por una especie de
ideología que tiene que ser creada. Obviamente, va a ser teocrática. Y esto
significa interferencias de toda clase en la vida diaria de cada uno, como por
ejemplo, que no lo van a dejar casarse cuando le dé la gana. De manera que,
aparte de que estorba los obvios intereses comunes entre, digamos, los obreros
palestinos y judíos, o los intelectuales, o cualquiera, aparte de que conduce a
guerras interminables y finalizará probablemente con la destrucción de ambos
bandos, aparte de todo eso, precisamente en sus vidas diarias resulta opresivo
y destructor, tanto para aquellos que ganan como para aquellos que pierden. Es
decir, no podría haber un ejemplo más dramático de lo absurdo de pueblos que se
organizan en sistemas de Estado, para propósitos de mutua destrucción. Y hasta
que eso no se supere, no hay allí esperanza.
B.R.: ¿Tiene usted
un proyecto para una solución liberal?
Chomsky: Sí, pienso que allí la única solución, tiene que
ser desarrollar un interés común a judíos y árabes que trascendiera al
conflicto nacional. Y tal interés común existe; por ejemplo, construir una
sociedad socialista liberal. Si se quieren identificar nacionalmente en ese
tipo de sociedad, muy bien. Yo no veo mucho interés en ello, pero si eso es lo
que la gente quiere, muy bien, esa es su elección. No hay razón por la cual no
se pueda tener instituciones nacionales, inclusive que existan lado a lado, y
que la gente escoja identificarse de una u otra manera, si eso es lo que el
pueblo quiere. Y también tendría que dejar una opción para gente que no lo
quisiera, que no quisiera ser parte de uno u otro de aquellos sistemas. Y esto
es perfectamente factible, es decir, se podría hacer. Me parece que realmente
la única esperanza para los pueblos de esa región es ser capaces de construir
ese tipo de compromiso socialista conjunto. Hubo una corriente temprana del
movimiento sionista que insistió en ello. Y tenían la razón, en todo. Tenían
razón en oponerse al Estado judío, y tienen la razón ahora.
B.R.: ¿Diría usted
también que la crisis mundial de energéticos señala lo absurdo de un control
nacional de recursos internacionales?
Chomsky: Aquí pienso que se debe ser muy cuidadoso,
porque hay una línea de pensamiento que está surgiendo en los Estados Unidos
que dice: ¿Por qué tendrían que tener para ellos solos, esos jeques locos,
todos esos recursos?
B.R.: El próximo
paso sería invadir.
Chomsky: Sí. En cambio no se preguntan: ¿por qué
tendríamos que tener a la General Motors toda para nosotros, o por qué
tendríamos que tener grano sólo para nosotros?
B.R.: El Globe acaba
de publicar un editorial que dice que, sí no resolvemos pronto el problema, nos
encontraremos a merced de una tropa de jeques vestidos de sábana , lo
que en vista de sus recientes comentarios sobre el racismo parece...
Chomsky: Estoy seguro de que vamos a oír muy pronto
muchas frases por ese estilo.
B.R.: ¿Cree usted
que contemplaremos también un crecimiento correspondiente del antisemitismo?
Chomsky: Sí. Si examina usted las elecciones que tuvimos
en Lexington. El periódico local publicó, hace una o dos semanas, las primeras
cartas antisemitas que he leído.
B.R.: ¿Con respecto
a la campaña?
Chomsky: En realidad, lo que sucedió es que tienen una
ceremonia en el Lexington Green, en Navidad, con la figura de Cristo, etc. Y
mucha gente lo objetó arguyendo la separación entre la Iglesia y el Estado,
etc. Y cada Navidad hay pelea por ese motivo. De modo que este año, las cartas
en defensa de la ceremonia tenían un tono claramente antisemita, por lo menos
un par de ellas; decían, muy bien, se nos critica por hacer nuestra ceremonia
en ese lugar, pero nos vamos a morir de frío por culpa de ustedes , y así por
el estilo.
Pero pienso que ambas
cosas pueden ir lado a lado, es decir, el antisemitismo puede desarrollarse
junto a los sentimientos racistas antiárabes. Y creo que eso es precisamente lo
que va a suceder en este invierno.
B.R.: Ambos lados se
señalan para el sacrificio.
Chomsky: Eso es exactamente lo que parece está
sucediendo. Es decir, ellos mismos han trabajado para crear un sistema en el
que son instrumentos de las superpotencias. Y todo sobre la base de un compromiso
con un sistema de Estado. Este es todo el problema allí. No podrían representar
un mejor argumento para el anarquismo.
B.R.: ¿Qué esperanza
ve usted para el futuro? Es decir, mucha gente en el movimiento está deprimida
en los últimos tiempos y ha dejado de actuar, incluso parece echar marcha
atrás. Hemos tratado de enfrentar de alguna forma la situación. ¿Qué ve usted
para el futuro?
Chomsky: El futuro me parece tan esperanzado como me
parecía hace un par de años. Es decir, el movimiento de los últimos diez años
tuvo mucha reacción. Reaccionó ante atrocidades determinadas. Nunca fue muy
estructural, nunca trató realmente con la sociedad, ni supo por qué debería
cambiar. Por lo menos no en gran parte; pues hubo quienes sí lo hacían. Pero a
mí me parece que ahora es el momento de tratar de reconstruir estructuras
realmente populares, que no estén basadas en grupos periféricos, marginales,
como los estudiantes, sino que surjan verdaderamente de comunidades vivientes,
que continuarán, y que tienen una enorme necesidad de superar estructuras
represivas.
Conversación
con Peter Jay.
P.J.: Profesor
Chomsky, para empezar quizá sería lo mejor que tratara de decimos qué es lo que
no se ha de entender por anarquismo; la palabra anarquía, como es
sabido, proviene del griego y significa literalmente sin gobierno , pero
supongo que quienes hablan de anarquía o de anarquismo como sistema de
Filosofía política no quieren con eso decir simplemente que son partidarios de
que a partir del 19 de enero del año que viene, pongamos por caso, deje de
existir de repente todo gobierno tal como hoy lo entendemos y que ya no habrá
ni policía ni normas de la circulación, ni leyes ni recaudadores de impuestos y
ni siquiera servicios de correos, teléfonos y telégrafos, etc. Me imagino que
con esas palabras entienden algo más complicado que todo eso.
Chomsky: Bueno, entendámonos; le digo sí a algunas de sus
cuestiones y no a otras. Lo más probable es que los defensores de la anarquía o
del anarquismo sean partidarios de que no haya policía, pero no de que deba
prescindiese de las normas del tráfico. Yo querría empezar diciendo que el
término anarquismo abarca una gran cantidad de ideas políticas y que yo
prefiero entenderlo como la izquierda de todo movimiento libertario. Desde
estas posiciones podríamos concebir el anarquismo como una especie de
socialismo voluntario, es decir: como un socialismo libertario, o como
un anarcosindicalismo, o como un comunismo libertario o anarquismo comunista,
según la tradición de Bakunin, Kropotkin y otros. Estos dos grandes pensadores
proponían una forma de sociedad altamente organizada, aunque organizada sobre
la base de unidades orgánicas o de comunidades orgánicas. Generalmente, por
estas dos expresiones entendían el taller y el barrio, y a partir de este par
de unidades orgánicas derivar mediante convenios federales una organización
social sumamente integrada que podría tener alcances nacionales e
internacionales. Toda decisión, a todo nivel, habría de ser tomada por mayoría
sobre el terreno y todos los delegados representantes de cada comunidad
orgánica han de formar parte de ésta y han de provenir de la misma, a la cual
han de volver y en la cual, de hecho, viven.
P.J.: Así que no se
trata de una sociedad en la que no haya, literalmente hablando, gobierno, sino
más bien de una sociedad en la que la dirección principal de la autoridad viene
de abajo. Contrariamente a las democracias representativas tales como las que
existen en Estados Unidos y en Gran Bretaña que adoptan una forma de autoridad
de arriba abajo, aunque en última instancia decidan los votantes.
Chomsky: Esa democracia representativa estadounidense o
británica la critica un anarquista por dos razones. Primero porque se ejerce un
monopolio del poder centralizado en el Estado y, segundo -críticamente
hablando-, porque la democracia representativa está limitada a la esfera
política sin extender de un modo consecuente su carácter al terreno económico.
Los anarquistas de la tradición a que aludimos siempre han creído que el
control sobre la propia vida productiva es la condición sine qua non de
toda liberación humana verdadera, de hecho, de toda práctica democrática
significativa. Es decir, que mientras haya ciudadanos que estén obligados a
alquilarse en el mercado de mano de obra a quienes interese emplearlos para sus
negocios, mientras la función del productor esté limitada a ser utensilio
subordinado, habrán elementos coercitivos y de opresión francamente
escandalosos que no invitan ni mucho menos a hablar en tales condiciones de
democracia, si es que tiene sentido hacerlo todavía.
P.J.: ¿Da la
historia ejemplos duraderos y a cualquier escala un tanto sustancial de
sociedades que se hayan aproximado al ideal anarquista?
Chomsky: Sí, han existido sociedades cuantitativamente
pequeñas que creo han logrado bastante realizar ese ideal, aparte de que da la
historia ejemplos de revolución libertaria a gran escala de estructura
principalmente anarquista. Pero volviendo a lo primero, personalmente creo que
el ejemplo tal vez más dramático es el de los kibbutzim israelíes, los
cuales durante un largo periodo estuvieron realmente regidos por principios
anarquistas, es decir: autogestión, control directo de los trabajadores en toda
la gestión de la empresa, integración de la agricultura, la industria y los
servicios, así como la participación y prestación personales en el
autogobierno. Me atrevo a afirmar que tuvieron un éxito extraordinario en casi
todas las medidas que tuvieron que imponerse.
P.J.: Pero
seguramente estaban, y aún lo están, encuadrados esos kibbutzim en el
marco de un Estado tradicional que les garantiza cierta estabilidad
fundamental.
Chomsky: No siempre ha sido así. La historia de los kibbutzim
es bastante interesante a este respecto. Sólo desde 1948 están engranados en la
maquinaria de un Estado convencional. Antes sólo obedecían a los imperativos de
un enclave colonial y, en realidad, existía una sociedad subyacente, mayormente
cooperativista, que de hecho no formaba parte del sistema supraestructural del
mandato británico, sino que funcionaba subrepticiamente fuera del alcance de
este mandato. Y aun hasta cierto punto, esa sociedad cooperativista sobrevivió
a la fundación del Estado de Israel, pero -naturalmente- acabó por integrarse
en él perdiendo así, a mi parecer, gran parte de su carácter socialista
libertario la región de los kíbbutzim israelíes, por razón del proceso
político que la misma fundación de una nación acarreaba, amén de otros procesos
acarreados por la historia de la región en su coyuntura internacional que no
hay por qué tratar aquí.
Sin embargo, como
instituciones socialistas libertarias en funciones, creo que los kíbbutzim
israelíes pueden pasar por un modelo interesante y sumamente apropiado para
sociedades industriales avanzadas en la medida en que otros ejemplos existentes
en el pasado no lo son.
Un buen ejemplo de
revolución anarquista realmente a gran escala -de hecho el mejor ejemplo que
conozco- es el de la revolución española de 1936, durante la cual, y en la
mayor parte de España republicana, se llevó a cabo una revolución anarquista (o
eminentemente inspirada en el anarquismo) que comprendía tanto la
organización de la agricultura como de la industria en extensiones
considerables, habiéndose desarrollado además de una manera que, al menos visto
desde fuera, da toda la impresión de la espontaneidad. Pero si buscamos las
raíces más hondas y sus orígenes, caemos en la cuenta de que ese resultado es
debido a unas tres generaciones de abnegados militantes organizando sin cesar,
experimentando, pensando y trabajando por difundir las ideas anarquistas entre
vastas capas de la población en aquella sociedad eminentemente preindustrial,
aunque no preindustrial del todo. También esta experiencia tuvo gran éxito,
tanto desde el punto de vista de las condiciones humanas como de las medidas
económicas. Quiere decirse que la producción continuó su curso con más
eficiencia si cabe; los trabajadores del campo y de la fábrica demostraron ser
perfectamente capaces de administrar las cosas y administrarse sin presión
alguna desde arriba, contrariamente a lo que habían imaginado muchos
socialistas, comunistas, liberales y demás ciudadanos de la España republicana
(¡por no hablar de la otra!) y, francamente, quién sabe el juego que esta
experiencia habría podido dar para el bienestar y la libertad del mundo. Por
desgracia, aquella revolución anarquista fue destruida por la fuerza bruta, a
pesar de que mientras estuvo vigente tuvo un éxito sin precedentes y de haber
sido, repito, un testimonio muy inspirador en muchos aspectos sobre la
capacidad de la gente trabajadora pobre de organizar y administrar sus asuntos
de un modo plenamente acertado sin opresión ni controles externos o superiores.
Ahora bien; en qué medida la experiencia española es aplicable a sociedades
altamente industrializadas, es una cuestión que habría que investigar con todo
detalle.
P.J.: Lo que aparece
claro para todo el mundo es que la idea fundamental del anarquismo se ancla en
la prioridad del Individuo -no necesariamente aislado, sino precísamente junto
con otros individuos- y la realización de su libertad. Esto nos suena a lo que
proclamaban los fundadores de los Estados Unidos. ¿Qué ha pasado con la
experiencia estadounidense que ha hecho de aquella libertad invocada por dicha
tradición una palabra sospechosa y hasta corrompida en los oídos de los
pensadores anarquistas y de los socialistas libertarlos como usted?
Chomsky: Permítame aclarar ante todo que yo no me
considero un pensador anarquista. Digamos que soy un compañero de viaje por derivación,
del anarquismo. Siempre se han expresado los pensadores anarquistas muy
favorablemente respecto a la experiencia estadounidense y al ideal de la
democracia jeffersoniana. Ya sabe que para Jefferson el mejor gobierno es el
que gobierna menos, o la apostilla a este aforismo de Thoreau según la cual el
mejor gobierno es el que no gobierna nada en absoluto. Ambas frases fórmulas
las han repetido los pensadores anarquistas en toda ocasión y a través de los
tiempos desde que existe la doctrina anarquizante.
Pero el ideal de la
democracia jeffersoniana -dejando aparte el hecho de que fuese todavía una
sociedad con esclavos- se desarrolló dentro de un sistema precapitalista, o
sea: en una sociedad en la cual no ejercía el control ningún monopolio ni habían
focos importantes de poder privado. Es realmente sorprendente leer hoy algunos
textos libertarlos clásicos. Leyendo, por ejemplo, La crítica del
Estado (1791) de Wilhelm von Humboldt, obra muy significativa que de seguro
inspiró a Mill, se da uno cuenta de que no se habla en ella para nada de la
necesidad de oponerse a la concentración del poder privado y más bien se trata
de la necesidad de contrarrestar la usurpación del poder coercitivo del Estado.
Lo mismo ocurre en los principios de la tradición estadounidense. ¿Por qué?
Sencillamente, porque era ésa la única clase de poder que existía. Quiero decir
que Von Humboldt daba por supuesto que todo individuo poseía más o menos un
grado de poder similar, pero de poder privado, y que el único desequilibrio real
se producía en el seno del Estado centralizado y autoritario, y que la libertad
debía ser protegida contra toda intervención del Estado y la Iglesia. Esto es
lo que él creía que había que combatir.
Ahora bien; cuando nos
habla, por ejemplo, de la necesidad de ejercer control sobre la propia vida
creadora, cuando impreca contra la alienación por el trabajo, resultante de la
coacción o tan sólo de las instrucciones o dirigismo en el trabajo de cada uno,
en vez de actuar por autogestión, entonces revela su ideología antiestatal y
antiteocrática. Pero los mismos principios sirven para la sociedad industrial
capitalista que se formó más tarde. Estoy inclinado a creer que Von Humboldt,
de haber persistido en su búsqueda ideológica, habría acabado por ser un socialista
libertario.
P.J.: Todos estos
antecedentes, ¿no sugieren que hay algo inherente al estado preindustrial en
todo lo relativo a la aplicabilidad de las ideas libertarías? En otras
palabras: que las ideas libertarías presuponen necesariamente una sociedad
básicamente rural con una tecnología y una producción bastante simples y cuya
organización económica tienda a ser de pequeña escala y localizada.
Chomsky: Vamos a ver, separemos su cuestión en dos
preguntas: primera, ¿qué han pensado al respecto los anarquistas?; y segunda,
¿cómo opino yo? En lo que respecta a las respuestas anarquistas tenemos por lo
menos dos. En primer lugar hay una tradición anarquista -que podríamos hacer
partir de un Kropotkin- con ese carácter que acaba de describimos. Pero en segundo
lugar existe otra tradición anarquista que al desarrollarse desemboca en el
anarcosindicalismo y que ve en el anarquismo la manera adecuada de organizar
una sociedad compleja de nivel industrial altamente avanzado. Y esta tendencia
dentro del anarquismo se confunde, o por lo menos se relaciona muy
estrechamente con una variedad de marxismo izquierdista de la especie de los
comunistas espartaquistas, por ejemplo, salidos de la tradición de Rosa
Luxemburgo y que más tarde estuvo representada por teóricos marxistas como
Anton Pannekoek, quien desarrolló toda una teoría sobre los consejos obreros de
la industria, siendo él mismo un hombre de ciencia, un astrónomo.
Pues bien; ¿cuál de
estos dos puntos de vista es el que se ajusta a la verdad? O en otros términos:
¿tienen por objeto los conceptos anarquistas una sociedad preindustrial
exclusivamente o es el anarquismo también una concepción adecuada para
aplicarla a la organización de una sociedad industrial altamente avanzada?
Personalmente, creo en la segunda opción, es decir, creo que la
industrialización y el avance de la tecnología han cerrado consigo
posibilidades de autogestión sobre un terreno vasto como jamás anteriormente se
habían presentado. Creo, en efecto, que el anarcosindicalismo nos brinda precisamente
el modelo más racional de una sociedad industrial avanzada y compleja en la que
los trabajadores pueden perfectamente tomar a su cargo sus propios asuntos de
un modo directo e inmediato, o sea, dirigirlos y controlarlos, sin que por eso
no sean capaces al mismo tiempo de ocupar puestos clave a fin de tomar las
decisiones más sustanciales sobre la estructura económica, instituciones
sociales, planeamiento regional y suprarregional, etc. Actualmente, las
instituciones rectoras no les permiten a los trabajadores ejercer control
ninguno sobre la información necesaria en el proceso de la producción ni
tampoco poseen por lo demás el entrenamiento requerido para entender en esos
asuntos de dirección. Por otra parte, en una sociedad sin intereses creados ni
monopolios, gran parte de ese trabajo -administrativo incluido- podría hacerse
ya automatizado. Es del dominio público que las máquinas pueden cumplir con un
gran porcentaje de las tareas laborales que hoy corren a cargo de los
trabajadores y que, por lo tanto, éstos -una vez asegurado mecánicamente un
alto nivel de vida- podrían emprender libremente cualquier labor de creación
que antes objetivamente les habría sido imposible imaginar siquiera, sobre todo
en la fase primeriza de la revolución industrial.
P.J.: Seguidamente
querría atacar el problema de la economía en una sociedad anarquista, pero
¿podría pintamos con algo más de detalle la constitución política de una
sociedad anarquista tal y como se la imagina usted en las condiciones modernas
de vida actual? Se me ocurre preguntar, por ejemplo, si existirían en esa
sociedad partidos políticos y qué formas residuales de gobierno seguirían
existiendo en la práctica.
Chomsky: Permítame esbozar lo que yo creo podría obtener
aproximadamente un consenso entre los libertarios, esbozo que naturalmente me
parece en esencia, aunque mínimo, correcto para el caso. Empezando por las dos
clases de organización y control, concretamente: la organización y el control
en el lugar de trabajo y en la comunidad, podríamos imaginar al efecto una red
de consejos de trabajadores y, a nivel superior, la representación
interfábricas, o entre ramos de la industria y comercio, o entre oficios y
profesiones, y así sucesivamente hasta las asambleas generales de los consejos
de trabajadores emanados de la base a nivel regional, nacional o internacional.
Y desde el otro punto de vista, o sobre la otra vertiente, cabe imaginar un
sistema de gobierno basado en las asambleas locales, a su vez federadas
regionalmente y que entienda en asuntos regionales, a excepción de lo
concerniente a oficios, industria y comercio, etc., para luego pasar al nivel
nacional y a la confederación de naciones, etc.
Ahora bien; sobre el
cómo se habrían de desarrollar exactamente estas estructuras y cuál sería su
interrelación, o sobre si ambas son necesarias o sólo una, son preguntas éstas
que los teóricos anarquistas han discutido y acerca de las cuales existen
muchas variantes. Por ahora, yo no me atrevo a tomar partido; son cuestiones
que habrá que ir elaborando y dilucidando a fondo y con calma.
P.J.: Pero, ¿no
habrían, por ejemplo, elecciones nacionales directas, o partidos políticos
organizados de punta a punta, como si dijéramos? Claro que si así fuera
posiblemente se crearía alguna especie de autoridad central lo que sería
contrarío a la idea anarquista.
Chomsky: No, bueno, la idea anarquista propicia que la
delegación de autoridad sea la mínima expresión posible y que los
participantes, a cualquiera de los niveles, del gobierno deben ser directamente
controlados por la comunidad orgánica en la que viven. La situación óptima
sería, pues, que la participación a cualquier nivel del gobierno sea solamente
parcial, es decir: que los miembros de un consejo de trabajadores que, de
hecho, ejercen sus funciones tomando decisiones que los demás trabajadores no
tienen tiempo de tomar, sigan haciendo al mismo tiempo su trabajo en el tajo,
taller o fábrica en que se empleen, o su labor o misión en la comunidad, barrio
o grupo social al que pertenecen.
Y respecto a los partidos
políticos, mi opinión es que una sociedad anarquista no tiene forzosamente por
qué prohibirlos. Puesto que, de hecho, el anarquismo siempre se ha basado en la
idea de que cualquier lecho de Procusto, cualquier sistema normativo impuesto
en la vida social ha de restringir y menoscaba notablemente su energía y
vitalidad y que, más bien, toda clase de nuevas posibilidades de organización
voluntaria pueden ir apareciendo a un nivel superior de cultura material e
intelectual. Pero yo creo, sinceramente, que si llega el caso de que se crea
necesaria la existencia de partidos políticos habrá fallado la sociedad
anarquista. Quiero decir que, a mi modo de ver, en una situación con
participación directa en el autogobierno y en la autogestión de los asuntos económicos
y sociales, las disensiones, los conflictos, las diferencias de intereses, de
ideas y de opiniones tendían que ser no sólo bien acogidas, sino cultivadas
incluso, para ser expresadas debidamente a cada uno de los distintos niveles.
No veo por qué habrían de coincidir esas diferencias con unos partidos que no
se crean a partir de las diferencias, sino para crearlas precisamente. No creo
que la complejidad del interés humano y de la vida venga mejor servida
dividiéndola de ese modo. En realidad, los partidos representan
fundamentalmente intereses de clase, y las clases tendrían que haber sido
eliminadas o superadas en una sociedad como la que nos ocupa.
P.J.: Una última
pregunta sobre organización política. Con esa serie jerárquica de asambleas y
de estructura cuasi gubernamental, sin elecciones directas, ¿no se corre el
peligro de que el órgano central o el organismo que está en la cúspide de la
pirámide, como si dijéramos, se aleje demasiado de la base y que si tiene
poderes en asuntos internacionales, por ejemplo, podría incluso disponer de
fuerzas armadas u otros instrumentos de violencia y que, a fin de cuentas,
estaría menos vigilado que lo está un gobierno en las actuales democracias
parlamentarias?
Chomsky: Es condición de primera importancia en toda
sociedad libertaria prevenir semejante rumbo en los asuntos públicos de
carácter nacional e internacional y a ese fin hay que crear las instituciones
necesarias. Lo que creo que es perfectamente factible. Personalmente, estoy
convencido de que la participación en el gobierno no es un trabajo full-time.
Puede serlo en una sociedad irracionalmente regida en la que se provocan toda
clase de problemas por la misma irracionalidad de las instituciones. Pero en
una sociedad industrial avanzada funcionando como es debido por cauces
libertarlos, me imagino que la puesta en ejecución de las decisiones tomadas
por los cuerpos representativos, es una ocupación part-time que tendría
que ser llevada a cabo por turno en el seno de cada comunidad y que debería
además exigir como condición a los que la ejerzan el no dejar sus propias
actividades profesionales, siquiera en parte. Supongamos que fuese posible
entender el gobierno como una función de empresa equivalente a la producción de
acero, pongo por caso. Si eso fuese factible -y yo creo que es una cuestión de
hechos empíricos que tiene que obedecer a sus propias determinaciones y que no
puede proyectarse como pura teoría-, si eso fuese factible, digo, la
consecuencia natural sería organizar el gobierno industrialmente , como si
fuera una rama más de la industria, con su propio consejo de trabajadores y su
propia disciplina autogestionaria y su propia participación en las asambleas de
mayor extensión o alcance.
Podría añadir aquí que
así sucedió en los consejos de los trabajadores formados espontáneamente en
algunas partes, como por ejemplo en la revolución húngara de 1956. Había en
efecto, si no me equivoco, un consejo de empleados del Estado que se habían
organizado sencillamente a la manera industrial o empresarial como otras ramas
de la industria de tipo tradicional. Cosa semejante es perfectamente posible y
tendría que ser -o podría ser- una barrera que impidiese la formación de esa
especie de remota burocracia represiva que los anarquistas temen tanto, como es
natural.
P.J.: Suponiendo que
continuase existiendo una cierta necesidad de autodefensa a nivel bastante
perfeccionado, no comprendo por su descripción de la sociedad anarquista cómo
podría ejercerse un control efectivo por parte del dicho sistema de consejos representativos
par-time y aun a varios niveles de abajo arriba, sobre una organización
tan poderosa y técnicamente tan perfeccionada por la fuerza de las cosas como
el pentágono, por ejemplo.
Chomsky: Bien, bien, precisemos un poco la terminología.
Usted habla del Pentágono como organización defensiva, que es lo corriente. En
1947, cuando se aprobó la Ley de Defensa nacional, el antiguo Ministerio de la
Guerra -que así se había venido llamando honradamente- pasó . a llamarse
Departamento de la Defensa. Por entonces era yo aún un estudiante y no me creía
muy ducho en la materia, pero sabía, como todo el mundo, que si el ejército
estadounidense hasta entonces podía haber estado implicado en la defensa de la
nación -y parcialmente así había sido- en adelante ya no sería el Departamento
de Defensa más que un ministerio de la agresión, y nada más.
P.J.: Según el
principio de que no hay que creer nada hasta que se niegue oficialmente.
Chomsky: Exactamente. Un poco bajo el supuesto con que
esencialmente había concebido Orwell el Estado moderno y su naturaleza. Y éste
es exactamente el caso. Quiero decir que el Pentágono no es de ningún modo el
instrumento del Ministerio de la Defensa. Jamás ha defendido a los Estados
Unidos contra nadie y lo único que ha producido ha sido agresión; por eso creo
que el pueblo norteamericano estaría mucho mejor sin Pentágono que con él. Pero
en todo caso no lo necesita para su defensa. Su intervención en los asuntos
internacionales nunca ha sido -bueno, nunca es mucho decir, pero costaría
trabajo encontrar una excepción- su posición o actitud característica la de
apoyar la libertad o la de defender al pueblo. No es éste el papel que
desempeña la organización militar tan vasta que controla el Departamento de la
Defensa. Sus tareas son más bien dos bien distintas y ambas bastante
antisociales.
La primera es la de
salvaguardar un sistema internacional en el que los llamados intereses
estadounidenses -con lo que se quiere significar principalmente intereses
comerciales sigan floreciendo. La segunda tarea cumple una misión económica
internacional. De ahí que el Pentágono haya sido el más importante mecanismo
keinesiano por el cual el gobierno interviene para mantener lo que cómicamente
se llama la salud de la economía mediante la incitación a producir, es decir,
llevando a la producción del despilfarro.
Ahora bien, ambas
funciones sirven a ciertos intereses, a intereses dominantes de hecho,
intereses dominantes de clase en la sociedad estadounidense. Pero no creo que
sirvan ni poco ni mucho al interés del público y un semejante sistema de
producción de despilfarro y de destrucción sería desmantelado en lo esencial en
una sociedad libertaria. Pero no hay que hablar demasiado de estas cosas. Si
nos imaginamos, por ejemplo, una revolución social en los Estados Unidos -cosa
que está muy lejos, diría yo-, mas si esto ocurriera, es difícil imaginar que
hubiese un enemigo real de fuerza capaz de amenazar la revolución social del
país; no iban a atacarnos Méjico o Cuba pongamos por caso. No creo, pues, que
una revolución en Estados Unidos necesitase defenderse contra un agresión
exterior. Mientras que si se proclamase una revolución social en Europa
occidental, creo que en tal caso el problema de la defensa adquiriría
caracteres críticos.
P.J.: Iba a decirle
que seguramente no puede ser inherente a la idea anarquista la falta de
autodefensa, ya que hasta ahora todos los experimentos anarquistas han sido
aniquilados desde fuera.
Chomsky: Ya, lo que pasa es que a esas cuestiones no se
puede contestar más que específicamente y siempre en relación con casos
históricos concretos y en condiciones objetivas.
P.J.: No, es que se
me hacía difícil entender lo que decía del control democrático adecuado para
esa clase de organización, ya que me parece muy improbable que los generales se
controlasen a sí mismos del modo que a usted le pareciese bien.
Chomsky: La dificultad estriba en que yo quiero apuntar
la complejidad de la cuestión. Todo depende del país y de la sociedad de que se
trate. En los Estados Unidos se plantea una clase específica de problemas. Si
la revolución social libertaria se declara en Europa, creo que entonces los
problemas que surgirían serían muy serios, ya que se plantearía de inmediato un
gran problema de defensa. Porque supongo que si en la Europa occidental se
consiguiese un socialismo libertario de cierta envergadura, se ceñiría sobre
ella una amenaza militar inminente por dos partes, por la parte de la Unión
Soviética y por la de Estados Unidos. Luego, el primer problema sería cómo
defenderse. Con este problema tuvo que enfrentarse la revolución española.
Porque no sólo estaba amenazada in situ por la intervención militar
fascista, sino también por las unidades armadas comunistas y por los enemigos
liberales de la retaguardia y de las naciones vecinas. Ante semejante magnitud
y número de ataques, el problema de la defensa era el más grave, por ser de
vida o muerte.
A pesar de todo esto,
creo que hay que plantearse la cuestión de si es la mejor manera de hacerlo a
base de ejércitos centralizados con toda su tecnología disuasiva; la verdad, no
creo que la cosa sea tan de cajón. Por ejemplo, no creo que un ejército
europeo-occidental centralizado impediría un ataque ruso o estadounidense con
el fin de acabar con un socialismo libertario, porque la suerte de ataque que
esperaría, francamente, no sería quizá militar, sino económico por lo menos.
P.J.: Pero por otra
parte, tampoco es de esperar ya las clásicas algaradas de campesinos armados
con horcas y hoces...
Chomsky: No hablamos de campesinos, sino de sociedades
desarrolladas industrialmente y de elevado urbanismo. Se me ocurre que su mejor
arma sería atraer la simpatía de las clases trabajadoras de los países
atacantes. Pero repito que hay que ser prudente. Y no es nada improbable que la
revolución necesitara tanques, ejército y que así se labrara su propia ruina
por las razones antedichas. Es decir, creo que es muy difícil imaginarse cómo
podría funcionar en régimen revolucionario un ejército central con sus tanques,
aviones y armas estratégicas. Y si eso es necesario para salvar las estructuras
revolucionarias, ¡ay de la revolución!
P.J.: Si el mejor
método de defensa es, como usted dice, granjearse las simpatías de las
organizaciones políticas y económicas, tal vez sería a este propósito oportuno
entrar más en el detalle. En uno de sus ensayos dice usted que (en una sociedad
decente, todo el mundo tendría la oportunidad de encontrar un trabajo
interesante y a cada cual le estaría permitido usar sus talentos por
ofrecérsele las más amplías oportunidades a ese mismo objet,. Después se
pregunta: ¿Y qué más haría falta? ¿Acaso una recompensa exterior en forma de
lujos o de poder? Eso en el caso de que supongamos que el hacer uso de los
propios talentos en un trabajo interesante y socialmente útil no nos recompensa
por sí solo. Creo que esta manera de razonar agrada a mucha gente. Pero aun así
necesita alguna explicación. Personalmente creo que el trabajo que a la gente
puede parecer interesante o atractivo o satisfactorio no tiene por qué
coincidir necesariamente con la clase de trabajo que tiene que hacerse por
necesidad, sí queremos mantener el nivel de vida que la gente exige y al que
está acostumbrada.
Chomsky: En efecto, hay una cantidad de trabajo que tiene
que hacerse, si queremos mantener el actual nivel de vida. Está por contestar
la pregunta: ¿en qué medida este trabajo tiene que ser oneroso? Recordemos que
ni la ciencia, ni la tecnología ni el simple intelecto se han dedicado a
examinar la cuestión con el fin de abolir el carácter pesado y autodestructivo
de algunos trabajos necesarios en nuestra sociedad. Esto es debido al hecho de
que siempre se ha contado con la reserva de un cuerpo considerable de esclavos
a sueldo que harán cualquier trabajo, por duro que sea, antes que morir de
hambre. Pero si la inteligencia humana se aplicara a resolver el problema de
cómo hacer tolerables los trabajos más pesados que la sociedad requiere, no
sabemos cuál sería la salida. Tengo para mí que gran parte de esos trabajos
podrían hacerse totalmente tolerables. Esto aparte de que me parece un error
creer que toda labor físicamente dura tiene que ser onerosa. Hay mucha gente
-yo incluido- que emprende trabajos duros para relajarse. No hace mucho, por
ejemplo, se me ocurrió plantar treinta y cuatro árboles en un prado detrás de
mi casa, lo que implicaba tener que cavar treinta y cuatro hoyos. Considerando
lo que normalmente hago como ocupación, eso representa un trabajo bastante
pesado, pero he de confesar que disfruté haciéndolo. Sin embargo, estoy seguro
que no habría disfrutado de tenerlo que hacer con un capataz delante y a horas
fijas, etc. Aunque si es una tarea tomada por interés también puede hacerse. Y
sin tecnologías, sin pensar en cómo planear el trabajo, etc.
P.J.: A esto podría
decirte que existe el peligro de que esta manera de ver el problema sea una
ilusión bastante romántica, sólo posible de abrigar por una pequeña élite de
intelectuales, profesores, periodistas, etc. que están en la situación tan
privilegiada de ser pagados por lo que les gusta hacer y harían de otras
formas.
Chomsky: Por eso empecé por poner por delante un gran si
condicional. Dije que primeramente hay que preguntarse hasta qué punto el
trabajo necesario para la sociedad -o sea, el trabajo requerido para mantener
el nivel de vida que queremos- ha de ser por fuerza pesado u oneroso. Yo creo
que la respuesta sería: mucho menos de lo que lo es hoy; pero convengamos en
que hasta cierto punto siga siendo sucio . Aun así, la respuesta es muy simple:
ese trabajo sucio debe ser distribuido equitativamente entre todos los que son
capaces de hacerlo.
P.J.: Entonces, que
cada cual se pase cierto número de meses al año en la cadena de producción de
automóviles y otro tanto recogiendo basuras u otras faenas ingratas...
Chomsky: Si es que efectivamente son éstas tareas de
imposible autosatisfacción. Pero yo no lo creo, francamente. Cuando veo
trabajar a los operarios, digamos a los mecánicos de automóvil por ejemplo,
creo que muchas veces puede ser no poco motivo de orgullo cumplir con la tarea.
El orgullo de un trabajo complicado y bien hecho en el que hay que hacer uso de
la inteligencia, especialmente cuando uno está interesado en la gestión de la
empresa y hay que contribuir a las decisiones de cómo organizar el trabajo,
para qué sirve, cuáles son los objetivos de ese trabajo, etc. Yo creo que todo
esto puede ser una actividad satisfactoria y recompensadora que, de hecho,
requiere las capacidades que los trabajadores despliegan de buen grado. Pero la
verdad es que estoy hablando hipotéticamente. Supongamos que quedase un residuo
de trabajo que nadie quisiera hacer; en tal caso no hay más que distribuirlo
entre todos equitativamente, pero por lo demás que la gente ejerza libremente
sus talentos a su buen entender.
P.J.: Supongamos
ahora, profesor, que ese residuo fuese muy grande, como hay quien sostiene que
sería si el trabajo para producir un noventa por ciento de lo que todos
quisiéramos consumir se realizara cumplidamente. En tal caso, organizar la
distribución de este trabajo sobre la base de que todo el mundo hiciera una
pequeña parte de los trabajos sucios o pesados, resultaría echar mano de algo
absurdamente ineficaz. Porque para eso habría que entrenar y equipar a toda la
gente, porque toda tendría que pasar por los trabajos sucios, de lo que sufriría
la eficacia de toda la economía y, por consiguiente, el nivel de vida se
rebajaría ostensiblemente.
Chomsky: Bueno, ante todo hay que convenir en que nadamos
sobre puras hipótesis, ya que no creo que sus porcentajes sean ni mucho menos
reales. Ya he dicho que si la inteligencia humana se aplicara a proyectar una
tecnología adaptada a las necesidades del productor humano en vez de hacerlo al
revés tendríamos la solución. Ahora se plantea el problema inverso: cómo
adaptar el ser humano a un sistema tecnológico ideado para otros objetivos, es
decir, la producción para el beneficio. Estoy convencido de que si se hiciera
lo que digo el trabajo indeseado será mucho menos cuantioso de lo que usted
sugiere. Pero como quiera que sea, fíjese que tenemos dos alternativas: la
primera es distribuirlo equitativamente, la segunda es crear las instituciones
adecuadas para obligar a un grupo de la población a hacer los malos trabajos so
pena de morirse de hambre. Esas son las dos alternativas.
P.J.: No digo
obligados, sino que podrían hacer esos traba os incluso voluntariamente los que
considerasen que valía la pena hacerlos a base de una mayor remuneración
correspondiente.
Chomsky: Ah no, supongo que ya ha sobreentendido que para
mí todo el mundo ha de recibir por su trabajo, sea cual sea, una recompensa
igual. Y no olvide que actualmente vivimos en una sociedad en que la gente que
hace los trabajos pesados no es mejor remunerada que la que hace su trabajo
voluntariamente; todo lo contrario es verdad. De la manera en que funciona
nuestra sociedad, una sociedad de clases, los que hacen los trabajos más duros,
más pesados o más sucios son los que cobran menos. Esos trabajos se hacen, sin
más, pero nosotros no queremos ni pensar en que existen, porque sabemos que hay
una masa de gentes miserables que sólo controlan un solo factor de la
producción: su fuerza de trabajo, que tienen que vender; o tendrán que aceptar
esa clase de trabajos porque no tienen otra cosa que hacer y antes que morir de
hambre se emplean por los más bajos salarios. Acepto la corrección.
Imaginémonos tres clases de sociedades: la primera, la corriente, en la cual el
trabajo indeseable se da a los esclavos a sueldo. Luego un segundo sistema en
que el trabajo ingrato, después de haber hecho todo lo posible para darle
sentido, es distribuido y, en fin, el tercer sistema en el que el trabajo malo
da derecho a una paga extraordinaria, tanto que por ella acceden a hacerlo
algunos voluntariamente. Pues bien; yo creo que el segundo y el tercer sistema
están de acuerdo -en estos términos vagos en que estamos hablando- con los
principios anarquistas. Personalmente me inclino por el segundo, pero ambos
están totalmente alejados de toda organización social vigente y de toda
tendencia a cualquier organización social en la actualidad.
P.J.: Se lo
plantearé de otra manera. Me parece que se está ante una opción fundamental,
por mucho que se la quiera camuflar, entre el trabajo satisfactorio de por sí y
el trabajo que hay que organizar sobre la base del valor que tiene lo producido
para la gente que lo usa o consume. Y la sociedad organizada sobre la base de
dar a todo el mundo las as oportunidades para llevar a cabo sus más caras
aficiones, Lo que expresa en esencia la fórmula del trabajo por el trabajo
mismo , tiene su culminación lógica en el monasterio o convento, donde la clase
de trabajo practicado, o sea, el rezo, es un trabajo de autoenriquecimiento del
propio trabajo. No se produce nada que sea de provecho para nadie, así que, o
bien hay que vivir a un nivel de vida lo más bajo, o bien hay que resignarse a
morir de hambre.
Chomsky: Bien, aquí hace usted unas suposiciones de hecho
con las que no estoy de acuerdo en absoluto. Yo creo que parte de lo que le da
sentido al trabajo es su utilidad, es el hecho de que sus productos se puedan
utilizar. El trabajo del artesano tiene su sentido al menos en parte por la
inteligencia y la destreza que ha de poner en él, pero también en parte porque
es un trabajo útil. Lo mismo diría yo que vale también para los hombres de
ciencia. Creo que el hecho de que la clase de trabajo que uno está haciendo
sirva para otra cosa -que es el caso del trabajo científico, como usted sabe-,
que contribuya a algo más es muy importante, aun prescindiendo de la elegancia
o la belleza que uno pueda lograr con su trabajo. Estoy convencido que esto
vale para todas las actividades humanas. Creo además que si echamos una ojeada
por una buena parte de la historia de la humanidad, nos daremos cuenta de
cuántos han sido los que han sacado satisfacción -y no poca- del trabajo
productivo y creador que han estado haciendo; pero también creo que la
industrialización propicia enormemente esa satisfacción. ¿Por qué? Pues porque
gran parte de las faenas fastidiosas y sin atractivo pueden hacerlas las
máquinas, lo que significa que automáticamente el radio de acción del trabajo
humano realmente creador resulta muy notablemente agrandado. Pero a otra cosa.
Usted habla del trabajo libremente emprendido como afición o hobby. Yo no lo
juzgo así. Pienso que el trabajo libremente elegido y ejecutado también puede
ser trabajo útil e importante.
También plantea usted
un dilema que muchos se plantean, a saber: entre el deseo de satisfacción en y
por el trabajo y el deseo de crear cosas de valor para la comunidad. Pero no
está tan claro que se trate, en efecto, de un dilema y menos de una
contradicción. No me parece obvio, ni mucho menos -yo creo que es falso- eso de
contribuir a un mayor placer y satisfacción en el trabajo sea inversamente
proporcional al valor del resultado.
P.J.: Yo no diría
inversamente proporcionado para mí podría no tener relación alguna. Pongamos
algo muy simple como vender helados en la playa un día de fiesta. Es un
servicio a la sociedad. Hace calor y no hay duda de que el público quiere
helados. Por otro lado, es difícil ver aquí en qué medida llevar a cabo esta
tarea de vender helados puede ser motivo de placer profesional ni pueda tener
algún sentido, virtud o ennoblecimiento social. ¿Por qué razón habría de
dedicarse a prestar ese servicio sí no te recompensa de alguna manera?
Chomsky: Le advierto que más de una vez he visto a
vendedores de helados con cara de pascuas...
P.J.: Sí estaban
ganando dinero a puñados lo creo.
Chomsky: ... y que parecían muy contentos de estar
vendiéndoles helados a los niños, lo cual me parece una manera de pasar el
tiempo perfectamente razonable y estimulante, si se compara con otras
ocupaciones, con miles de ocupaciones diferentes. Recuerde que cada persona
tiene su ocupación y me parece que la mayoría de las ocupaciones existentes -y
en esencial aquellas que entran en la clasificación servicios , o sea, que
entran en relación con el prójimo-, conllevan de por sí una satisfacción u otra
y unas recompensas inherentes a ellas asociadas, esto es, en el trato con los
individuos a los que prestan sus servicios. Para el caso es lo mismo dar clases
que vender helados. Admito que para vender helados no se necesitan ni la
dedicación ni la inteligencia necesarias para impartir enseñanza y que tal vez
por esta razón sea una ocupación menos envidiada. Pero si así fuera, tendría
que ser repartida entre todos.
Pero todo esto aparte,
lo que trato de decir es que nuestra creencia caracterizada de que el placer en
el trabajo, la satisfacción en el trabajo o no tiene o tiene relaciones
negativas con el valor del resultado, está estrechamente relacionado con un
estadio particular de la historia social, esto es: el capitalismo, en cuyo
sistema los seres humanos son instrumentos de producción. Lo dicho antes no tiene
por qué ser, ni mucho menos, la verdad. Por ejemplo, si pasamos revista a las
numerosas entrevistas hechas con obreros que trabaran en cadena por sicólogos
industriales, echaremos de ver que una de las cosas de que más se quejan es de
que su trabajo no pueda hacerse bien, que la cadena va tan de prisa que no
pueden hacer su trabajo decentemente. Hace poco leía en una revista
gerontológica un estudio sobre la longevidad en el que se trataba de encontrar
los factores útiles para predecir la longevidad -ya sabe: el fumar, el beber,
los factores genéticos-, todo lo habían examinado. Pues bien, ¿sabe cuál es el
factor más favorable? La satisfacción en el trabajo.
P.J.: Ya, la gente
que tiene un trabajo agradable vive más, ¿no?
Chomsky: Bueno, sí, la gente que está satisfecha con su
trabajo. Lo que me parece muy lógico, puesto que no sólo nos pasamos en el
trabajo una gran parte de nuestra vida, sino que en el trabajo es donde más
ejercemos nuestra capacidad creadora. Ahora bien; ¿qué es lo que lleva a esa
satisfacción en el trabajo? Creo que son muchas cosas, pero el saberse haciendo
algo útil para la comunidad es un factor nada desdeñable. Muchos están
satisfechos de su trabajo por creer que están haciendo algo importante, algo
que vale la pena hacer. Igual pueden ser maestros como médicos, científicos
como artesanos o agricultores. Sentir que lo que uno está haciendo es
importante, digno de hacerse, no sólo refuerza los vínculos sociales sino que
también es un motivo de satisfacción personal, porque con un trabajo
interesante y bien hecho nace esa especie de orgullo de quien se autorrealiza,
de quien pone en práctica sus habilidades personales. Y no creo que esto
vaya a dañar de cualquier modo que sea el valor de lo producido, sino más bien
al contrario. Pero concedamos que hasta cierto punto lo perjudicase. Llegada la
sociedad a tal punto, debe decidir la comunidad cómo hacer los compromisos
necesarios. Al fin y al cabo, cada individuo es a la vez productor y consumidor
y por lo tanto cada individuo ha de tomar parte en esos compromisos socialmente
determinados, es decir, si verdaderamente hay necesidad de establecer
compromisos. Porque me permito insistir en que se ha exagerado mucho la
naturaleza de estos problemas a causa del efecto aberrante del prisma que
interpone el sistema verdaderamente coercitivo y destructor de la personalidad
en que vivimos.
P.J.: De acuerdo.
Usted dice que la comunidad tiene que tomar decisiones sobre compromisos
eventuales, pero no es menos sabido que la teoría comunista previene estas
posibilidades completamente, ya por la planificación, ya en materia de
inversiones, de prioridades de inversión nacional, etc. En una sociedad
anarquista cree usted que no se tolerarla tanta superestructura gubernamental
necesaria al parecer para hacer planes, tomar decisiones sobre inversiones por
ejemplo si hay que dar prioridad a Lo que la gente quiera consumir o a lo que
la gente quiera hacer en materia del trabajo.
Chomsky: No estoy de acuerdo. Me parece que las
estructuras anarquistas, o para el caso las de los marxistas de izquierda,
basadas en el sistema de los consejos y federaciones de trabajadores, se bastan
y se sobran para tomar una decisión sobre cualquier plan nacional. De igual
manera funcionan a ese nivel -digamos nacional- las sociedades de socialismo
estatal al tener que elaborar planes nacionales. En esto no hay ninguna
diferencia. Donde la hay -y grande- es en la participación de tales decisiones
y en el control que sobre ellas se ejerce. Los anarquistas y marxistas de
izquierda -consejistas, espartaquistas- toman estas decisiones desde la base.
Es la clase trabajadora informada la que las toma a través de sus asambleas y
de sus representantes directos que viven y trabajan entre ellos. Pero en los
sistemas de socialismo estatal, el plan nacional viene trazado por la burocracia
nacional que acumula para sí y monopoliza toda la información necesaria y que
toma las decisiones. De vez en cuando se presenta al público y le dice: Podéis
escogerme a mí o a ése, pero todos formamos una misma burocracia remota que no
está a vuestro alcance . Éstos son los polos, éstas son las oposiciones
polarizadas dentro de la tradición socialista.
P.J.: O sea que, de
hecho, sigue desempeñando un papel importante el Estado, e Incluso posiblemente
los empleados públicos, la burocracia, pero lo que es distinto es el control
ejercido sobre ellos.
Chomsky: Bueno, yo no creo, francamente, que se necesite
una burocracia separada del resto para poner en ejecución las decisiones
gubernamentales.
P.J.: Se necesitan
varias formas de pericia.
Chomsky: Ya, pero digamos que se trata de una pericia en
materia de planificación económica, puesto que no hay duda de que en toda
sociedad industrial compleja tendría que funcionar un grupo de técnicos
encargados de trazar planes, de explicar las consecuencias de toda decisión
importante, de poner en antecedentes a las personas que han de decidir sobre
las consecuencias de sus propias decisiones según se desprende del estudio y
modelo de programación, etc. Pero lo importante es que estos sistemas de
planificación no son otra cosa que industrias, con sus propios consejos de
trabajadores y formando parte de todo el sistema de consejos; la diferencia
consiste en que estos sistemas de planificación no son los que toman las
decisiones, Producen planes de la misma manera que las fábricas de automóviles
producen coches. Los planes están, pues, a disposición de los consejos de
trabajadores y se someten a las asambleas de consejos, de la misma manera que
los automóviles se fabrican para correr con ellos. Ahora bien; lo que este sistema
requiere es una clase trabajadora educada. Y esto es exactamente lo que somos
capaces de conseguir en sociedades industrializadas de alto desarrollo.
P.J.: ¿En qué medida
el éxito del socialismo libertario, o del anarquismo, depende realmente de un
cambio fundamental en la naturaleza humana, tanto en su motivación como en su
altruismo, así como en sus conocimientos y su grado de refutamiento?
Chomsky: No sólo creo que depende de eso, sino que todo
el propósito del socialismo libertario contribuye a lo mismo, efectivamente. Se
trata de contribuir a una transformación de la mentalidad, exactamente la
transformación que el hombre es capaz de concebir en cuanto concierne a su
habilidad en la acción, su potestad de decidir en conciencia, de crear, de
producir y de investigar, exactamente aquella transformación espiritual a que
los pensadores de la tradición marxista izquierdista, desde Rosa Luxemburgo,
por ejemplo, pasando por los anarquistas, siempre han dado tanta importancia.
De modo que por un lado hace falta esa transformación espiritual. Y por otro,
el anarquismo tiende a crear instituciones que contribuyan a esa transformación
en la naturaleza del trabajo y de la actividad creadora, en los lazos sociales
interpersonales simplemente, y a través de esa interacción, crear instituciones
que propicien el florecimiento o eclosión de nuevos aspectos en la humana
condición. En fin, la puesta en marcha de instituciones libertarias siempre más
amplias a las que pueden contribuir las personas ya liberadas. Así veo yo la
evolución del socialismo.
P.J.: Y por último,
profesor Chomsky, ¿qué opina de las posibilidades hoy existentes para fundar
sociedades según acaba de bosquejarlas en los países Industriales más
importantes de Occidente en el próximo cuarto de siglo más o menos?
Chomsky: No creo ser lo bastante sabio ni estar lo
bastante informado como para hacer predicciones de este tipo, es más: creo que
aventurarse a semejantes pronósticos dice más de la personalidad que del juicio
del que los lanza. No obstante, tal vez podría decir esto: hay tendencias
obvias dentro del capitalismo industrial hacia una concentración de poder en
estrechos imperios económicos dentro de un marco que se está convirtiendo cada
vez más en un Estado totalitario. Estas tendencias vienen desarrollándose desde
hace bastante tiempo y, francamente, no veo nada que pueda contenerlas. Creo,
pues, que estas tendencias seguirán su curso formando parte del anquilosamiento
y la decadencia de las instituciones capitalistas.
Ahora bien; creo que
este recurso hacia un totalitarismo de Estado y hacia una concentración
económica exasperada -ambas cosas en conexión, por supuesto irán engendrando
reacciones, tentativas de liberación personal, de liberación social, que
adoptarán toda clase de formas. Por toda Europa se levanta un clamor reclamando
la participación obrera o la codeterminación y hasta el control de los
trabajadores. Por ahora todas esas tentativas son mínimas. Más bien creo que
son engañosas y que, de hecho, pueden minar los serios esfuerzos de la clase
obrera por liberarse. Pero en parte constituyen también una respuesta
pertinente por representar una intuición y un entendimiento robustos de que la
coerción y la opresión, ya sean hechas poder económico privado o burocracia
estatal, no forman parte necesariamente de la vida humana, ni muchísimo menos.
Cuanto más concentración de poder y autoridad, más rebelión y mayores esfuerzos
para organizarse a fin de destruirlas. tarde o temprano esos esfuerzos serán
coronados por el éxito. Así lo espero.
Entrevista
realizada para la revista Archipiélago
Archipiélago: ¿Qué
conexiones hay entre su producción académica e Intelectual en el ámbito de la
lingüística y sus opiniones políticas?
Chomsky: Las conexiones pueden ser de muchas clases.
Históricas, no hay ninguna. Mis opiniones políticas estaban ya tomando forma
mucho antes de que oyera hablar de lingüística, y la que estudié en años
posteriores en la universidad era una especie de tecnología descriptiva con, en
mi opinión, pocas implicaciones más amplias. En los diversos movimientos
estructuralistas fueron frecuentes los intentos de ensanchar esas ideas, pero
el resultado de todo eso es, creo, muy débil y poco convincente; en cualquier
caso, no tuvo ninguna influencia sobre mí. En cuanto a las conexiones lógicas,
tampoco hay ninguna; por lo que yo veo. Hay, no obstante, algunos vínculos más
tenues y abstractos cuya pista puede rastrearse hasta la Ilustración, cuando
pensadores como Rousseau y Humboldt intentaron relacionar las cuestiones de la
libertad y las raíces del conocimiento, la acción y la comprensión humanos; en
particular, en conexión con el lenguaje. He escrito alguna vez sobre estas
interesantes y sugerentes ideas.
Hablando en términos
generales, no nos cabe otra opción que tomar posiciones sobre cuestiones
políticas; ya seamos revolucionarios, reformistas, partidarios del statu quo o
simplemente apáticos, adoptando en este último caso una postura política según
la cual el destino de los seres humanos no es asunto nuestro. Cada una de estas
posiciones está basada en algunas creencias, quizá sólo tácitas, sobre las
consecuencias humanas de la postura adoptada y su importancia. Una persona
seria y racional intentará, en la medida de lo posible, basar en los hechos
tales creencias. Sabemos demasiado poco de los humanos como para ser capaces de
lograrlo con cierto grado de confianza, pero al menos podemos intentarlo;
podemos intentar desarrollar nuestras creencias de un modo que permita
someterlas al pensamiento, el análisis, la crítica y el cuestionamiento. En
última instancia, estas creencias sobre la naturaleza humana y los modos en que
se manifiesta (quizá dañada o desvirtuada) en instituciones y circunstancias
sociales específicas.
Las actitudes
libertarlas se basarán (e, históricamente, se han basado) en la creencia de
que, en la naturaleza humana, es esencial una especie de instinto de
libertad,,, un deseo de estar libre de cualquier autoridad externa arbitraria,
de ser capaz de ejercitar las propias capacidades para preguntar, crear,
comprender, jugar, etcétera, por medio de una elección libre y en libre
asociación con otros. El mundo es complejo y esos instintos (en caso de que
sean reales) no agotan el espacio de la acción social moral y responsable
exigida por todo tipo de compromisos y adaptaciones. Pero quienes son serios en
su crítica a la autoridad y a la jerarquía deben asumir que semejante conjunto
de necesidades y derechos se encuentra en el centro de la naturaleza humana.
Sobre estos temas
sabemos pocas cosas y, por lo tanto, dependemos en gran medida de la intuición,
la experiencia... y las esperanzas. Pero en el terreno cognoscitivo sabemos
algo, y lo que sabemos nos dice que los aspectos más distintivos de la
inteligencia humana, en especial, la capacidad del lenguaje, están enraizados
en unos mecanismos notables, únicos en los humanos que sepamos, que
proporcionan los medios para lo que a veces se ha llamado el aspecto creativo
del uso del lenguaje : el uso normal del lenguaje para expresar los propios pensamientos
en un modo ilimitado en amplitud, gratuito en apariencia aunque coherente y
apropiado, así como evocador en el oyente de pensamientos que podían haberse
expresado de modo similar. Para los cartesianos, estas propiedades eran la
prueba más clara de que otra criatura tiene una mente como la nuestra. Estamos
lejos de comprenderlas bien, pero al menos sabemos algo de ellas. Y es posible
que una mayor comprensión conduzca al establecimiento de lazos con otros
aspectos de la acción libre y creativa y sus raíces en la naturaleza humana,
quizá incluso a los rudimentos de una teoría social libertaria basada en alguna
comprensión real de la naturaleza humana.
Estas perspectivas son
remotas, pero algunas de las cuestiones parecen estar en el horizonte de preguntas,
y hay sugerentes ideas sobre cómo podría desarrollarse. Si esta vía logra
seguirse de modo productivo, podría ser posible elaborar ciertos lazos entre
lenguaje y libertad, del tipo quizá de los que ha dado lugar a una especulación
interesante desde, por lo menos, la Ilustración.
Me gustaría subrayar de
nuevo que toda posición política -y no podemos evitar la adopción de semejantes
posiciones- se basa en, como mínimo, suposiciones tácitas sobre la naturaleza
humana. Tenemos que ser lo más claros posibles sobre la cuestión, aunque sólo
sea para que los demás puedan interpretar de modo adecuado nuestra postura. Lo
que acabo de apuntar brevemente es uno de esos puntos de vista, que hay que
desarrollar y valorar junto con otros. Quienes creen que no están adoptando
alguno de estos puntos de vista se engañan a sí mismos.
Archipiélago: ¿Cuáles
son las perspectivas generales para el anarquismo tras el fin de los regímenes
postestalinistas de Europa oriental?
Chomsky: Las perspectivas han mejorado muchísimo, como
mejoraron tras el colapso del fascismo. La caída de cualquier sistema de
tiranía y dominación mejora las perspectivas de libertad. Sin embargo, debemos
reconocer que las fuerzas dominantes de la sociedad global no pretenden
ensanchar el ámbito de la libertad. Más bien, su objetivo es, y ha sido durante
setenta años, devolver Europa oriental a su papel de servicio tradicional, una
especie de latinoamericanización de la región. Eso es exactamente lo que
estamos presenciando, y también lo que se ha predicho; la antigua nomenklatura
se está colocando felizmente en posición de asumir el papel de las élites del
Tercer Mundo, que se enriquecen por medio de su asociación con los amos
extranjeros mientras la población se hunde en el sufrimiento y la miseria. Las perspectivas
de libertad quizá existan, pero no se realizarán sin lucha, ni en Europa
oriental ni en cualquier otra parte.
Archipiélago: En
Estados Unidos, libertarios significa algo diferente que aquí ¿Cómo los
definiría? ¿Cuál es su posición respecto a ellos?
Chomsky: La sociedad estadounidense es una sociedad poco
común en muchos aspectos. Goza de privilegios únicos; tras el exterminio o el
desplazamiento de la población nativa, los colonos que llegaron pudieron
disponer de ingentes riquezas. Estados Unidos sigue siendo el país más rico del
mundo, con ventajas incomparables. El hecho de que ocupe una posición bastante
rezagada entre las sociedades industriales en los índices de bienestar social
es sólo uno de los múltiples signos de las catastróficas consecuencias humanas
del capitalismo; en las sociedades ricas no existe un verdadero sistema
capitalista porque los propietarios y gestores exigen ser defendidos de sus
estragos, pero sus elementos pueden encontrarse en diversos grados. Estados
Unidos se sitúa hacia el extremo capitalista del espectro capitalista estatal,
y los costes sociales son obvios. Si bien es, en muchos aspectos, la sociedad
más libre del mundo, es también excepcional por el indiscutido poder y dominio
de las clases empresariales, que siempre han tenido una elevada conciencia de
clase y han sabido que deben luchar una continua y amarga guerra de clases para
impedir que la población en general haga uso de las libertades conquistadas. La
clase intelectual, como cabría esperar, sirve en gran medida estos intereses,
de modo que el espectro de la ideología articulada tiene una tendencia bastante
marcada hacia la derecha. Esto es cierto, en particular, del pensamiento
libertario. En Estados Unidos, de forma diferente del resto del mundo, los libertarios
(liberales) son abogados del capitalismo puro, abarcan desde los friedmanitas
que creen que la labor del gobierno es satisfacer las necesidades de los ricos
(por supuesto, lo dicen de otras formas) hasta los libertarlos (anarquistas)
más extremos que se oponen a carreteras, escuelas y a cualquier acción social
que viole la libertad de enriquecerse.
Hago de nuevo hincapié
en que los propietarios y gestores de la sociedad no tolerarían jamás ni por un
momento formas capitalistas y que siempre han recurrido a la fuerza estatal
para protegerse, regular mercados revueltos, garantizar un subsidio público y
un mercado apoyado estatalmente para el exceso de producción e incrementar de
otras muchas formas sus riquezas y privilegios. Pero las ideologías libertarlas
son, no obstante, útiles. La doctrina anarcocapitalista puede utilizarse como
un arma contra el gasto social que podría beneficiar a la población en general,
aunque enseguida se deja de lado cuando se trata de otorgar subsidios a la
industria de alta tecnología a través del sistema del Pentágono, aplastar la
independencia del Tercer Mundo de modo que se disponga de mano de obra y
recursos baratos para las necesidades de los inversores ricos, etcétera. En
cierta forma en gran medida parecida, las sociedades ricas del mundo imponen al
Sur las doctrinas del fundamentalismo del F. M. I. (Fondo Monetario
Internacional), que ellas mismas han rechazado siempre, y que siguen rechazando
-razón por la cual son ricas y prósperas-.
En cuanto a mi relación
con los libertarlos estadounidenses, es compleja. Tengo muchos buenos amigos en
esos grupos y hay una gama compartida de creencias, convicciones y principios
morales; no hablo de los cínicos puros, que utilizan esas ideas como ariete
contra otros, sino de personas que las toman en serio (de forma equivocada, en
mi opinión). De modo más específico, tendemos a estar de acuerdo acerca de la
violencia estatal. Durante algunos años, los únicos periódicos en los que pude
publicar en Estados Unidos fueron los libertarios de derecha. No obstante,
disentimos al tratar temas más fundamentales y, a menudo, en cuestiones
políticas.
En mi opinión, el
libertarismo derechista y, en general capitalismo librecambista doctrinalmente
de moda son una burda perversión del pensamiento liberal clásico, despojado del
contenido intelectual y moral esencial y, a menudo, completamente desvirtuado
(el destino de Adam Smith en el sistema doctrinal es un buen ejemplo). El
liberalismo clásico se fundaba en las doctrinas sobre la libertad humana a las
que he aludido antes. Se oponía al poder arbitrario y la coerción
representados, en aquella época, por el Estado absolutista, el sistema feudal,
la autoridad religiosa, los imperios mercantiles apoyados por el Estado,
etcétera. En tiempos posteriores, surgieron nuevas formas de poder
centralizado, en especial, el sistema industrial-financiero corporativo, un
conjunto de instituciones cuya estructura es completamente totalitaria, en las
que las órdenes van de arriba a abajo y que dejan a los individuos la elección
de alquilarse a los amos o morir de hambre. Además, estas instituciones han
acumulado un poder sin precedentes que les ha permitido socavar las
instituciones democráticas, aislar y marginar a la población, controlar el
sistema ideológico y utilizarlo para sus propósitos, etc. Nos enfrentamos ahora
a una nueva etapa del proceso, a medida que toma forma un gobierno mundial de
facto que refleja los intereses de las compañías transnacionales y las
instituciones financieras que dominan la economía mundial, un gobierno situado
más allá de la influencia y de la conciencia, incluso, del público en general.
Sin duda, hay y siempre
ha habido contratendencias. Pero lo que digo es que, si aplicamos a la era
moderna el pensamiento básico del liberalismo clásico, acabaremos fuertemente
enfrentados a estos nuevos sistemas de poder y dominación e intentaremos
superarlos y disolverlos para ampliar el reino de la libertad. Los herederos
del liberalismo clásico son, en mi opinión, los socialistas libertarios. En esto,
es obvio, disiento de modo radical del libertarismo capitalista estadounidense,
que, de realizarse, daría lugar a un sistema de tiranía, opresión, miseria y
odio mutuo más allá de lo concebible. Por fortuna, no hay posibilidades de que
semejantes doctrinas lleguen a realizarse, porque los amos nunca lo
permitirían, por las razones explicadas hace años por Karl Polany y otros.
Archipiélago: ¿Cuáles
son hoy, en la actual situación político-económica, los principales ejes
sociales e ideológicos de resistencia?
Chomsky: Con la aceleración que se ha producido en los
últimos veinte años en la globalización de la economía, se hace cada vez más
posible que las compañías industriales trasladen la producción a zonas de
elevada represión y bajos salarios y que recurran a una aplicación de lo más
selectiva de la doctrina neoliberal para destruir los valores comunitarios, las
normas medioambientales y la vida humana en general. Una consecuencia es que
las propias sociedades industriales están empezando a adoptar ciertos aspectos
del Tercer Mundo, desplazándose hacia el modelo tercermundista dual, con islas
de extrema riqueza y privilegio en un mar de miseria y desesperación. Podemos
ver estos procesos en Estados Unidos, en muchos aspectos la sociedad industrial
más avanzada con las clases empresariales más sofisticadas. Europa, en mi
opinión, no le va demasiado a la zaga. Gran parte de la población va a volverse
superflua en términos de producción de riqueza, y se necesitarán muchos menos
que antes en términos de mercado.. De la producción pueden encargarse los
pobres sobreexplotados, y el mercado lo constituirán los sectores ricos de las
sociedades internacionales, pequeños grupos en el Tercer Mundo, en lugar de
amplios sectores en las sociedades más ricas.
No cabe duda de que hay
que resistir a estas tendencias. Esto significa, en primer lugar, esfuerzos
para invertir el notable deterioro de las formas democráticas en las sociedades
industriales, donde gran parte de la población se ve cada vez más marginada y
apartada de la participación activa en la influencia de los asuntos públicos, e
incluso de su conocimiento. En los últimos treinta años en particular, se ha
producido un considerable incremento del nivel cultural y moral entre la
población general, en especial, en Estados Unidos, con una preocupación mucho
mayor por la opresión racista y sexista, los derechos de las generaciones
futuras (y los temas ecológicos en general), más respeto por otras culturas,
oposición a la violencia estatal, todo lo cual se ha hecho tan fuerte que el
gobierno estadounidense ya no tiene el recurso a la intervención clásica, y lo
sabe muy bien. Sin embargo, estos acontecimientos tienen escasa forma
institucional. Deben convertirse en algo más que pensamientos en las cabezas de
personas aisladas, o que preocupaciones de organizaciones de base muy locales y
diseminadas. Existe el potencial para grandes y eficaces movimientos sociales
comprometidos con la paz, la justicia, la verdad. Pero la realización de este
potencial no será tarea fácil.
Archipiélago: Y
Timor, ¿tiene un significado más amplío?
Chomsky: Es probable que la invasión indonesia de Timor
en 1975 haya conducido al mayor acto de genocidio, en relación con la
población, desde el Holocausto nazi. Se llevó a cabo con el apoyo entusiasta de
las sociedades occidentales, que proporcionaron a Indonesia armas, apoyo
diplomático y el regalo ideológico crucial de la supresión y el silencio.
Continúa gracias al mismo apoyo. La razón no es algún antagonismo particular
hacia el pueblo de Timor, que es sencillamente irrelevante, como ocurre con
cualquier otro pueblo pobre e indefenso del mundo. La razón es más bien la
importancia de Indonesia, país del Tercer Mundo con unos recursos muy ricos, un
interés capital para Estados Unidos sus aliados desde finales de los cuarenta.
En realidad, fue el miedo a la independencia indonesia uno de los principales
factores que se encontraron detrás del ataque estadounidense a Vietnam del Sur
y luego al resto de Indochina que dejó tres países devastados, sembrados de
millones de cadáveres y con una enorme destrucción medioambiental. He analizado
hace poco la reacción estadounidense al golpe militar de 1965 en Indonesia y el
descomunal baño de sangre posterior, a raíz del cual quizá setecientas mil
personas, la mayoría campesinos sin tierras, fueron asesinadas en el plazo de
cuatro meses y se destruyó por completo la única organización política con
implantación popular. Describir la reacción como eufórica es poco: la alegría
no tuvo freno y, hasta el día de hoy, el principal autor de la carnicería, el
general Suharto, es saludado como un moderado que es en el fondo benigno (en
palabras del londinense Economist, repetidas por todo el espectro). Todo esto
proporciona una visión de lo más notable acerca de la naturaleza de la
civilización occidental y, por lo tanto, resulta completamente suprimido en los
sistemas doctrinales occidentales. La gratitud hacia el benigno general se
extiende a todas sus demás hazañas -siempre que siga permitiendo el acceso
occidental a su país y sus recursos-.
La tarea esencial es
acabar con el terror y la ocupación y permitir que los supervivientes ejerciten
el derecho a la autodeterminación. Para ello no es necesario el bombardeo de
Yakarta o la ocupación de Indonesia, sólo el fin del apoyo occidental a las
atrocidades. En Estados Unidos, se han producido, después de muchos años,
algunos progresos. Hace sólo unos meses, el Congreso canceló la ayuda militar a
Indonesia después de una gran presión de base. El gesto es simbólico, ya que
Japón y los Estados europeos estarán contentos de seguir en la brecha,
enriqueciéndose, como siempre, mediante la participación en la matanza y el
terror. Pero, en Europa, las presiones populares podrían tener el mismo efecto
en los gobiernos europeos. Indonesia está a todas luces considerando
alternativas, debido a la creciente conciencia de sus atrocidades y se la
podría presionar para que se retirara si el apoyo desaparece.
Archipiélago: ¿Cuál
es su concepción del poder? ¿Encuentra interesante el trabajo de Foucault sobre
este tema?
Chomsky: Temo no estar demasiado impresionado por casi
todo lo que se produce en el ámbito de la teoría social. Lo poco que se sabe en
estos temas parece bastante sencillo. Reconozco que los intelectuales necesitan
carreras y, por lo tanto, tienen que refundir pensamientos sencillos en
terminología oscura y dificultad. Pero no estoy seguro de que haya mucho
escondido tras esa compleja palabrería. Siento parecer duro. Quizá no sea
justo. Pero ésa es mi sensación.
En cuanto al poder, no
tengo nada que decir más allá de lo obvio. En diversas estructuras e
instituciones sociales, algunos están sometidos a sus decisiones y elecciones,
en grados variados. Son relaciones de poder. Adoptan muchas formas, rara vez
tienen alguna justificación, aunque a veces pueden tenerla: ejerzo poder si
impido que mi nieta de tres años cruce la calle, pero ese ejercicio puede
justificarse. En la mayoría de los casos, no es posible, en mi opinión.
No pretendo que estas
observaciones sean profundas; en realidad, son triviales. Se necesita mucha
investigación y mucho estudio para aplicar ideas simples a situaciones
complejas del mundo real. Parte del trabajo de Foucault, una vez desenmarañado
el oscurantismo de su presentación, me parece interesante e ilustrador en este
sentido -mucho más, debo decir, que gran parte de lo que ha salido de la
curiosa cultura del París de los años de la postguerra-.
Archipiélago: ¿Qué
nuevas ideas contemporáneas tienen un mayor valor emancipatorio?
Chomsky: No conozco ningún pensamiento nuevo
particularmente interesante. Quizá se me podría tachar de conservador , uno de
los pocos quizá del mundo contemporáneo. Creo que los ideales de la Ilustración
fueron a menudo válidos. No se crearon, claro está, de novo, pero tienen
una historia rica e importante. Pueden ser (y en cierta medida lo han sido)
aguzados y mejorados, y deben adaptarse a condiciones y circunstancias
completamente nuevas. La era moderna está marcada por una gran cantidad de
pontificación, arribismo, ofuscación polisilábica interesada y similares,
reflejo de las oportunidades de que disponen los intelectuales en el período
contemporáneo y de las necesidades sociales que pueden satisfacer en el
servicio del poder. Pero si hay ideas nuevas y sorprendentes, me las he
perdido.
Archipiélago: ¿Cómo
considera los nuevos paradigmas que están emergiendo en epistemología (el
antifundacionalismo de Rorty, etc.) y teoría de sistemas (complejidad, sistemas
auto-organízadores... Prigogine, Atlan Von Foerster, etc.)? ¿Le son útiles en su trabajo y su pensamiento
político?
Chomsky: En una
palabra, no mucho. No son nuevos paradigmas . El antifundacionalismo estaba
arraigado en el siglo XVII, como respuesta a la crisis escéptica de la época.
El tema está bien discutido en uno de los más sobresalientes historiadores de
las ideas contemporáneas, Richard Popkin, quien observa que el escepticismo
constructivo de Mersenne y Gassendi reconoció que no hay bases firmes para el
conocimiento pero sin embargo poseemos reglas para valorar la fiabilidad y la aplicabilidad
de lo que hemos descubierto sobre el mundo -en esencia, la posición de la
ciencia posnewtoniana-. Kant clarificó el punto de vista, y es un lugar común
del pensamiento moderno. No quiero sugerir que Rorty y demás no tengan nada
nuevo que decir sobre estas cuestiones; a veces lo tienen, pero no hay aquí
nuevos paradigmas . En cuanto a la teoría de sistemas, varias contribuciones a
ella tienen que valorarse por sus propios méritos. En algunos terrenos, puede
que haya méritos, pero no hay contribuciones generales de importancia, que yo
sepa. El estudio de la complejidad es interesante: he seguido esta tarea hasta
cierto punto, incluyendo alguna investigación doctoral en el M. I. T., y creo
que abre algunas puertas nuevas. El estudio de los sistemas autoorganizadores
es también de cierto interés. Pero, en mi opinión, la creencia de que son
nuevos paradigmas con algún alcance más amplio es sencillamente errónea. Hay
decenas de nuevos desarrollos similares, muchos de ellos más interesantes que
ésos, al menos, para mí.
Las nuevas ideas no se
consiguen con facilidad. Fuera de las ciencias son, en realidad, raras y las
que se desarrollan dentro de las ciencias naturales y formales muy raramente
tienen implicaciones más allá de su propia formulación. Vale la pena
comprenderlas, como vale la pena oír la buena música. Pero no es probable que
nos ayuden a alcanzar una comprensión profunda de los problemas a los que nos
enfrentamos en nuestras vidas personales y sociales, los problemas reales de la
existencia humana. Los intelectuales tienen naturalmente un interés en afirmar
lo contrario; pero tenemos que ser cuidadosos al distinguir entre moda
intelectual y contenido intelectual, dos cosas bastante diferentes.
Archipiélago: La
guerra civil española, colectivizaciones... Tuvo un duro enfrentamiento con
Gabriel Jackson. ¿Es relevante eso hoy? ¿Por qué sus fuertes
sentimientos sobre el tema en aquel momento?
Chomsky: Mi interés por la revolución española (que fue
un elemento de la guerra civil) se remonta a unos cincuenta años atrás. En
cuanto fui lo bastante mayor como para viajar solo, pasé muchas horas en los
locales anarquistas de Nueva York y en las librerías de ocasión con documentos
y materiales políticos de lo más interesantes (y, bastante a menudo, una vida intelectual
muy activa). Conseguí reunir una buena cantidad de documentación que no se
publicó hasta los años setenta. La revolución popular que recorrió buena parte
de España constituyó un momento extremadamente importante en la historia
moderna. En tanto movimiento popular de masas tuvo muchos defectos, pero
también alcanzó niveles de logros libertarlos que todavía no se han igualado
-razón por la cual enseguida se convirtió en el blanco de la coalición de
comunistas, fascistas y democracias occidentales, que no podían tolerarla y la
sofocaron, para luego ocuparse de la cuestión secundaria de quién se quedaría
con los despojos (la propia guerra civil)-.
No tuve ocasión de
escribir sobre ese tema hasta finales de los sesenta, en el contexto de los
crecientes movimientos populares de la época, que tenían un componente
libertario, pero que estaban completamente divorciados de la historia-, algo
nada sorprendente, puesto que la historia había sido en gran medida ocultada y,
en aquella época, era prácticamente desconocida. Los logros de los trabajadores
y los campesinos de España eran entonces importantes, como lo son ahora. Por
eso escribí sobre ellos. Por cierto, ahora es mucho más fácil que hace
veinticinco años escribir sobre estas cuestiones. Se ha publicado mucha
documentación inédita y hay una literatura especializada bastante buena, que
casi no existía en aquel entonces.
No es del todo preciso
decir que tuve un duro enfrentamiento con Gabriel Jackson. Elegí su libro para
discutirlo porque me pareció el estudio más serio, sensible, penetrante e
informado del momento. Así que me dediqué a ver cómo había tratado los
acontecimientos de finales de los años treinta. Me pareció, e intenté
demostrar, que enfocaba esos acontecimientos desde una posición muy contraria a
las revoluciones populares, que adoptaba lo que entonces era la actitud
comunista-liberal normal hacia la revolución española. Intenté mostrar que los
prejuicios ocultos conducían a una considerable distorsión de los hechos. Se
trató de un ejemplo modelo en una indagación más amplia de los prejuicios
ocultos y callados de la erudición liberal, que se equivocaba en sus actitudes
particulares en busca de la objetividad. No critico el libro por albergar
prejuicios, sino por albergar prejuicios no reconocidos. Todo el mundo tiene su
punto de vista; y debería intentar dejarlo lo más claro posible. otros juzgarán
lo convincente que fue mi discusión. Pero las razones por las que estaba
interesado en la revolución española son exactamente las mismas que estimularon
mi interés treinta años antes, y que lo siguen haciendo hoy. Hay mucho que
aprender de esas luchas, como George Orwell, entre otros, reflejó de modo
elocuente en su momento.