Una
de las características de los gobiernos venezolanos (y latinoamericanos) ha
sido la represión contra toda forma de protesta, en especial la estudiantil.
Represión que se señala por la incapacidad de los políticos para evitar o
solucionar los conflictos sociales de manera democrática. En cada caso que el
gobierno de turno soltó esa furia desmesurada vestida de policía, argumento que
lo hacia para defender el orden y los bienes (no a los ciudadanos) de la
amenaza de la subversión y la "anarquía". Una prensa tendenciosa y
los propagandistas del sistema han asociado siempre - Teddy Roosevelt fue su
iniciador a principios de siglo - anarquía con violencia y desorden. Para
aclarar el punto queremos referirnos a la posición que muchos anarquistas han
tenido respecto a la violencia (no todos, porque el anarquismo no es
dogmático).
Negar la violencia como
un momento en la lucha por el cambio esta lejos del anarquismo. En algún
momento la pasión destructiva que ella conlleva es necesaria, pero también
insuficiente y de ninguna manera es la que comanda la acción del movimiento. El
anarquismo pretende un cambio total en la organización social y económica de
los hombres. Este cambio radical no puede de ninguna manera ser el resultado de
una revolución puntual y catastrófica, que a lo mas podría alcanzar a dominar
el poder político, algo contradictorio con la esencia del movimiento anarquista
pues el objetivo precisamente es destruirlo. Esta totalmente fuera de la
tradición anarquista pensar que una algarada callejera, así logre tomar la
Bastilla o el Palacio de Invierno, consiga transformar la sociedad de la manera
que deseamos. La pretensión no es sólo la socialización de la economía o la
adquisición del poder en alguna de sus formas. Lo que pretendemos los
anarquistas es modificar las relaciones entre los hombres fundándolas en la
libertad, la igualdad y la solidaridad, lo que hace que nuestra revolución se
extienda a todos los aspectos de la vida de cada uno y encierre tanto un cambio
de las relaciones comunitarias como un cambio personal.
No es por tanto que el
anarquismo niegue la violencia, sino que rechaza esa violencia que es
únicamente la manifestación de la pasión destructiva y no esta subordinada a la
acción constructiva, y que no siquiera sirve de detonante de un vasto
movimiento popular revolucionario. No es la violencia de un grupo de donde ha
de surgir la creación de un mundo nuevo, sino de la participación e
incorporación de todos y cada uno en esa tarea. La violencia como momento
destructivo es un punto de un proceso constructivo mucho mas largo y amplio.
No negamos que entre
fines del S. XIX y comienzos del XX un numero importante de anarquistas apoyo
la propaganda por la violencia pero, sin entrar a analizar este hecho que puede
ser justificable, eso no es suficiente para asociar anarquía y violencia de
manera tan directa como se pretende en nuestra sociedad, cuando lo cierto es
que la represión de cualquiera de los gobiernos de la democracia representativa
criolla ha matado mas gente que la que murio en el gran movimiento
filo-anarquista del mayo francés de 1968, y en ningún caso el alcance y
magnitud de los hechos es comparable. Tampoco se puede negar que los
anarquistas han soportado mas violencia que la que pueden haber ocasionado.
Nuestros muertos se cuentan por miles, muy pocos por la violencia ciega, la
mayoría por la violencia que es defender - frente a los explotadores y
opresores - ideas que son capaces de elevar a la humanidad a un nuevo estadio
de dignidad.