Hace
más de mil años y durante siglos, mujeres de algunas regiones
de China utilizaron una caligrafía de 2000 caracteres incomprensible
para los hombres, que hoy aporta valiosos documentos para la historia china.
Actualmente, sólo unas 10 ancianas en todo el país conocen
el nushu, este lenguaje femenino, y algun@s investigador@s lo están
recogiendo antes de que se pierda para siempre. En diarios y abanicos se
han encontrado reflexiones íntimas, consejos, descripciones de bombardeos,
guerras... Hay quien asegura que la inventora fue una de las concubinas
de un emperador, que ideó este idioma para poderse comunicar con
sus amigas sin ser descubiertas. Con el paso del tiempo, la extensión
del uso de la lengua estándar china fue arrinconando este código
femenino. Tras la revolución china, en 1949, comenzó un proceso
de purga de derechistas, y las mujeres que practicaban el nushu tuvieron
problemas. Los comisarios políticos, al no poder entender los trazos,
recelaron. La comunicación fue llamada entonces el lenguaje de las
brujas. En un abanico recogido hoy por l@s investigador@s dice: Debemos
establecer relaciones de hermanas desde la juventud y comunicarnos a través
de la escritura secreta. En otro diario se lee: Los hombres se atreven
a salir de casa para enfrentarse al mundo exterior, pero las mujeres no
son menos valientes al crear un lenguaje que ellos no pueden entender.
Hoy
nosotras no queremos inventar un lenguaje secreto para las mujeres, pero
nos damos cuenta de que tenemos que crear un lenguaje que nos incluya,
que pueda explicar nuestra realidad, con el que nos sintamos cómodas.
El lenguaje neutro-universal-masculino no nos sirve. ¿Porqué
a veces, en determinados espacios (sobre todo mixtos) no logramos establecer
comunicación con alguna mujer o mujeres que nos interesan? ¿Porqué
no siempre encontramos correspondencia entre nuestro yo, las palabras que
usamos y las cosas que decimos? Tal vez es porque nadie nos ha enseñado
nunca unos códigos comunes para decirnos y para escucharnos desde
nuestros cuerpos sexuados. Por ejemplo ¿cómo expresamos con
palabras nuestra diferente vivencia del mundo? Muchas mujeres utilizamos
tiempo y energías en cuidar otras personas, en escuchar, en compartir
sentimientos, en el ámbito doméstico. Para nosotras es importante,
queremos que se valore, se extienda, que sea público y político
pero ¿sabemos expresarlo en una asamblea, reunión, grupo
de trabajo?
Para
poder hacerlo necesitamos sexualizar nuestras formas de pensar, de vivir
y de comunicarnos; significar nuestra diferencia sexual y convertirla en
materia política, porque la diferencia enriquece, no tiene nada
que ver con la desigualdad y desde el apodemos concretar nuestra visión
del mundo sin seguir falsos caminos neutros.
No
es una tarea fácil, porque el patriarcado ha vuelto mudas muchas
de las formas de comunicación entre mujeres, haciéndonos
olvidar por ejemplo, la importancia que tiene el hecho evidente de haber
nacido mujer, y una mujer -generalmente nuestra madre- es la que nos ha
enseñado el lenguaje. Este hecho fundamental queda rápidamente
eclipsado por la retórica lógico-científica-utilitaria-mass
media de ese neutro-universal-masculino que se nos impone a todas horas.
Queremos intentar cultivar un lenguaje que no anule nuestros cuerpos de
mujeres, un lenguaje desde el valor de nuestras propias experiencias, desde
los hechos cotidianos, cercano a nuestra realidad.
A la vez, desconfiamos de los cambios superficiales que pueden reducirse a cuestiones de imagen, porque nos estamos dando cuenta de que es posible aprender una serie de normas sobre lo que se debe y no se debe decir, normas que den lugar a una forma de hablar políticamente correcta, sin que cambien los comportamientos sexistas de fondo. Por ejemplo, una persona puede utilizar un tipo de discurso sin marcas sexistas, pero seguir siendo tan autoritaria como siempre. Más aún, puede hablar muy suavemente, pero sin intención de llegar a ningún consenso, imponiendo su opinión cueste lo que cueste. Debajo del lenguaje existen una serie de actitudes que impiden la comunicación y la participación en un grupo. Estas actitudes las utilizan tanto hombres como mujeres, pero como pensamos que son comportamientos cultural y mayoritariamente masculinos, nos vais a permitir que las escribamos en masculino. Ahí van unas cuantas:
-
Ser el protagonista. Hablar mucho, demasiado alto y demasiado tiempo.
-
Ser el solucionador. Dar continuamente respuesta o solución
antes de que otras personas puedan contribuir.
-
Hablar con mayúsculas. Dar la opinión de uno como si fuera
la última palabra de un tema, acentuando con la postura y el tono
de voz.
-
Estar a la defensiva. Responder a cada opinión en contra como si
se tratara de un ataque personal.
-
Centrarse en el trabajo y el contenido. Excluyendo el crecimiento personal
o grupal mediante el cuidado del proceso y la forma.
- Tejerismo. Intransigencia y dogmatismo; hacer la última intervención.
-
Evitar los sentimientos. Intelectualizar, quedándose fuera o haciendo
bromas cuando es el momento de compartir sentimientos personales.
-
Acaparar funciones. Encargarse continuamente de trabajos antes de que otras
puedan prestarse voluntarias.
- Secretitis. Reservarse información clave para el grupo, para el
uso y beneficio propio.
Si
no desmontamos estas actitudes competitivas y sexistas, no conseguiremos
una transformación real ni del lenguaje ni de la sociedad. ¿Cómo
combatirlas? Unas sugerencias:
-
No interrumpir a las personas que están hablando. Dejar un espacio
detrás de cada intervención.
-
Llegar a ser un buen escuchador. Escuchar bien es tan importante como hablar
bien, es también una participación activa.
-
No dar respuestas ni soluciones. Nuestra opinión no tiene por qué
ser más valiosa que las demás.
-
Relajarse. La ansiedad es fatal.
-
No hablar sobre todos los temas.
-
No atacar.
Manos a la obra y buena suerte.
Las ideas expuestas en este artículo no son sólo nuestras, sino de las siguientes personas:
Milagros
Rivera, Vías de búsqueda de existencia femenina libre: Perpetua,
Christine de Pizan y Teresa de Cartagena, DUODA, nº5, 1994; Partir
de sí. Dossier Feminismo. Entre la igualdad y la diferencia, El
Viejo Topo, nº73, Marzo 94.
Paco
Cascón y Rafael Grasa, Un catálogo de actitudes, En Pie de
Paz.
Juan
Jesús Aznarez, Secretos de Alcoba, Babelia, El País, 22 Febrero
92.
Extraido
del libreto "Muerte al Patriarcado" que distribuye
la gente de Soroll
junto a una cinta con canciones antisexistas.